Centro-pueblo-Comunidad-San-Pablo

Titular noticias
Martes 10 Mayo 2016
Esteve Redolad

Fue en uno de aquellos momentos en los que, a través de los cristales del vehículo, uno pierde la mirada, hipnotizada, fascinada por el apresurado paisaje urbano de Santo Domingo. Entre anuncios y carteles de Pollo vivo o matado,  SVD casa, o salpicado por lemas electorales como Pa´lante o Regresa Papá, un escrito en especial me llamó la atención. Era pequeño, sin muchas pretensiones, sin colores, ni imágenes. Era una pregunta en forma de página web: www.porquesomospobres.

No se entretengan en buscar la página porque, curiosamente, no existe. Pero la pregunta es tan pertinente que no surge a menudo en el día a día, aquí en la República Dominicana. ¿Por qué somos pobres? A veces la pregunta sale con rabia, a veces con tristeza, a veces con impotencia y frustración. Es una pregunta simple, pero que no acepta una respuesta fácil. Las causas de la pobreza se encuentran en factores geográficos, históricos, económicos, políticos, sociales. En cierto modo la pregunta podría ser descartada por improcedente, por simplista. Pero no contestarla es un acto de irresponsabilidad. Es aceptar la realidad de la pobreza como una suerte de destino fatídico, como si no hubiera formas de erradicarla, es admitir que lo único que nos toca hacer es poner parches a una realidad que nos sobrepasa.

Es difícil desgranar todas las causas de la pobreza, pero sí es posible enumerar los factores principales. Quizás uno de los elementos de mayor envergadura y más fácilmente identificable es el factor político. Porque la solución de la pobreza es política. Su erradicación, o como mínimo su disminución, pasa por unas buenas políticas económicas y sociales, y unas prácticas políticas solidarias, transparentes y justas. Se necesita una fuerte dosis de cinismo para creer que los pobres quieren ser pobres para aprovecharse así de los servicios públicos y no tener que trabajar. Nadie es pobre por elección propia. Es injusto exigir responsabilidades laborales, económicas y cívicas a los ciudadanos si no hay igualdad de oportunidades, especialmente en materia de educación, salud y con éstas, igualdad de acceso al mundo laboral. Una de las causas de la pobreza es precisamente el mal uso (es decir la apropiación para uso privado o político) de los recursos públicos destinados a crear estas oportunidades.

Los proyectos que llevamos a cabo en la zona de Sabana Yegua (en el suroeste del país) están encaminados a la lucha contra la pobreza y por la dignidad de toda persona. Los programas de nutrición, educación y de salud, son una forma de ir igualando, ni que sea a largo plazo,  oportunidades. Pero también queremos involucrarnos en la educación social y política de la población para que pueda asumir responsabilidades y así poder exigir derechos.

La erradicación de la pobreza pasa por superar la cultura del asistencialismo y de las dádivas con fines políticos y ofrecer, en cambio, herramientas y oportunidades para que los ciudadanos puedan vivir y prosperar por ellos mismos.

Es por ello que desde la parroquia La Sagrada Familia, a cargo de la Comunidad de San Pablo, estamos involucrados en varias iniciativas sociales, junto con otras organizaciones populares. Con asociaciones de vecinos y la compañía eléctrica, por ejemplo, estamos realizando una campaña comunitaria para poder tener luz las 24 horas del día, en lugar de las diez horas actuales. Eso pasa por hacer un seguimiento barrio por barrio de los niveles de morosidad e intentar disminuir el robo nada disimulado de energía eléctrica con conexiones ilegales a los postes eléctricos. Qué duda cabe que poder tener electricidad las 24 horas sería un factor clave para el desarrollo de la zona. También intentamos presionar, junto con las autoridades de los municipios afectados, para que prosiga la construcción de la carretera entre las localidades de Sabana Yegua y Los Negros, construcción que paró hace dos años dejando las condiciones de carretera peor aún de lo que estaban antes, cuando quedó destrozada por el huracán Noel en el 2007. También seguimos involucrados en el proceso de regularización de inmigrantes haitianos, para que este se haga sin abusos y conforme a la ley. Queremos participar y motivar grupos de apoyo a las mujeres, juntas de vecinos y, en la medida que se pueda, queremos hacernos presentes en el funcionamiento de las escuelas públicas.

¿Porquesomospobres? Es cierto que la respuesta a este interrogante puede ser compleja, pero creemos que luchar contra el paternalismo político, fomentando la responsabilidad y el compromiso social de todos, es uno de los factores clave para ayudar en el desarrollo de un pueblo.


 

Martes 3 Mayo 2016
Desde la República Dominicana, Juan Manuel Camacho nos cuenta: “La Comunidad de San Pablo, a cargo de la parroquia La Sagrada Familia, gestionó el año pasado fondos para construir en el barrio Los Cartones de Sabana Yegua —uno de los barrios con mayor población de inmigrantes haitianos—, un centro de integración cultural. Se trata de un lugar donde dominicanos y haitianos se reúnen a compartir experiencias y a recibir capacitación.
 
En una de las reuniones organizativas de la Pastoral Haitiana la Sra. Roseline Manuel, más conocida como “Linda”, propuso impartir unos cursos de manualidades. Al principio pensé que sería algo poco significativo porque ¿quién querría aprender a hacer flores de papel? Y sin embargo decidimos que se haría la propuesta a la población en general, a ver qué pasaba. Días más tarde viene Linda llena de alegría diciendo que ya tenía tres lugares que querían realizar el curso y un total de 75 personas interesadas. El gozo de Linda era porque ahora ya tenía un grupo de personas interesadas en su curso pero mi gran gozo fue saber que no eran sólo miembros de la comunidad haitiana sino que también había dominicanos interesados. El sueño de tener a las dos comunidades juntas se empezaba a hacer realidad con unas flores de papel.

 
 
 
El curso se impartió una vez a la semana durante tres meses en las comunidades de Sabana Yegua, Tábara Abajo y el Km 7. En el día de la graduación, cuando cada uno iba dando sus testimonios todos mencionaban lo divertido que había sido el curso, pues Linda es de origen haitiano y aunque habla español, no lo domina tan bien como para enseñar. Así que había momentos en que tenían que acudir a la gesticulación para comprender lo que ella quería transmitir. Aun así, entre todos se ayudaron y el curso se llevó a cabo siendo un gran éxito y señal de integración ciudadana.
 
El liderazgo político y los medios de comunicación en la República Dominicana distan mucho de propiciar la integración de los inmigrantes de Haití en el país y se dedican más bien a magnificar los problemas y dificultades. El curso de flores de papel, en el que un grupo de personas de los dos países se sentaban a aprender y compartir habilidades, fue una señal de que la gente sencilla, normal y corriente, acoge, comparte y traba amistades más allá de las diferencias nacionales y lingüísticas.” 

 



 

Martes 26 Abril 2016
En las aldeas rurales de Grissa y Meja Lalu, al sureste de Etiopía, en el distrito Dugda, los 451 niños de la Escuela Católica María y de la Escuela del Espíritu Santo cuentan a partir de ahora con un servicio de atención primaria y educación en salud.

En las dos escuelas se ha habilitado un aula para realizar revisiones médicas, control del estado nutricional y desparasitación bianual a todos los niños, así como tratamiento médico cuando están enfermos. Además, se han iniciado clases de Educación en la Salud, una nueva asignatura escolar pensada para que los niños aprendan hábitos más saludables y así eviten enfermedades.

 

En las aldeas rurales del distrito Dugda no existen servicios de salud; normalmente los enfermos deben desplazarse en carros (tirados por burros o caballos) hasta Meki, que es la capital del distrito, ubicada a más de 20 kilómetros.

Educar a los niños sobre conceptos básicos de higiene, salud y saneamiento puede reducir de forma significativa las enfermedades de transmisión hídrica así como la desnutrición. 

 



 
 

Lunes 18 Abril 2016
En el alejado pueblo de Barrera (Azua, República Dominicana), donde los hombres subsisten de la pesca, la quema de carbón y poca agricultura, muchas mujeres intentan ayudar, a menudo en vano, a la economía familiar.
 
Hace ya varios años empezamos a dar apoyo con becas, en especial para jóvenes madres de familia que querían mejorar sus vidas y las de sus hijos. Hasta el momento ya han estudiado una carrera universitaria diez mujeres de esa comunidad; tenemos educadoras, enfermeras, contables...
 
En este curso pasado, y con la colaboración de la Fundación Maite Iglesias Baciana (de España), Yudamaris y Yomaira Méndez, licenciadas en enfermería, pudieron realizar un diplomado en habilitación docente en la Universidad Católica de Santo Domingo. Ya terminaron hace unos meses y Yomaira consiguió una plaza como educadora en la escuela secundaria de su localidad. En Barrera, debido al esfuerzo del gobierno en ampliar la jornada escolar, se construyó una escuela primaria nueva, que tiene clases durante siete horas (a diferencia de cuatro horas antes) y la antigua escuela primaria es ahora secundaria. Antes los jóvenes del pueblo tenían que desplazarse a otras comunidades para cursar secundaria, con enormes dificultades de transporte. Como el gobierno necesita muchos docentes por el nuevo plan educativo de tanda extendida, las dos hermanas, licenciadas en enfermería, decidieron realizar el diplomado de habilitación docente y pasar al sector educativo para conseguir un trabajo. Yomaira ya lo ha conseguido y esperamos que Yudamaris lo haga pronto.

Encontramos a Yomaira hace unos días en una reunión para iniciar microcréditos con mujeres de su pueblo. Ella sigue con el botiquín de la comunidad, que es un proyecto de la parroquia, y nos mostró muy contenta y agradecida su título (como puede verse en la foto adjunta). ¡Yomaira, muchas felicidades!


 



 

Lunes 11 Abril 2016
Martí Colom

Hace ya más de 50 años, Camilo Torres (el sacerdote colombiano que en 1966 se unió a la guerrilla y murió en combate, considerado por muchos como un precursor de la Teología de la Liberación), escribía que históricamente “América Latina había sido evangelizada en extensión, pero no en profundidad. Había mucho bautizado, pero poca conciencia cristiana”[i].
 
El diagnóstico de Torres nos recuerda una escena de la tercera entrega de la película El Padrino, en la que un alto jerarca de la Iglesia (un cardenal Lamberto con el que Michael Corleone, el protagonista de la saga, mantiene una larga conversación sobre su tenebroso pasado) saca un guijarro de un estanque y lo rompe, para mostrar que a pesar de haber pasado años bajo el agua, su interior está perfectamente seco. Y concluye el cardenal, ante la mirada indescifrable de Corleone, que lo mismo ha ocurrido «con los hombres en Europa: han vivido rodeados de cristianismo durante siglos, pero Cristo no ha penetrado en su interior. Cristo no vive en ellos»: evangelización sin profundidad.
 
La opinión de Camilo Torres sobre América Latina y la del ficticio cardenal Lamberto en la película de Coppola, en este caso sobre Europa, coinciden en señalar que una sociedad puede haber estado expuesta por largo tiempo al evangelio y sin embargo no haber abrazado en absoluto sus valores, perspectivas y criterios, produciendo, en efecto, “mucho bautizado pero poca conciencia cristiana”.
 
Es difícil no estar de acuerdo (por lo menos en parte) con estos análisis cuando todavía hoy vemos, en países tradicionalmente católicos, que muchos de los fieles que llegan a nuestras parroquias practican una fe primordialmente cultual (con una vivencia de la Eucaristía que a veces raya la superstición), individualista (“yo y mi Dios”), con poca base bíblica (la Escritura, incluso el Nuevo Testamento, sigue siendo una gran desconocida), desligada demasiadas veces del compromiso solidario con el extraño y el necesitado, y supeditada a una imagen de Dios bastante ajena al Padre cercano y misericordioso que Jesús anunció (se cree más bien en un ser severo, sorprendentemente obsesionado por nuestros pecados, caprichoso y arbitrario en sus decisiones de intervenir o no para resolver nuestros problemas, e instalado en su omnipotencia divina, muy lejos de nuestra humanidad). Y eso a pesar de los ingentes y creativos esfuerzos realizados desde el Concilio Vaticano II por transformar esta situación y promover una vivencia de la fe más eclesial, bíblica, evangélica y encarnada en la realidad —esfuerzos que, sin lugar a dudas, han obtenido muchos logros: ¡Provoca auténtico vértigo pensar en cómo estaríamos hoy sin el Vaticano II!
 
Desde hace ya algunas décadas es habitual que analistas de la situación de la Iglesia en los países tradicionalmente católicos de Europa y América describan la situación actual como de “descristianización”. Pues bien, lo que quisiéramos indicar a la luz de lo dicho en los párrafos precedentes es que el término nos parece equívoco, o por lo menos inexacto. Porque al hablar de “descristianización” estamos implicando que venimos de una época netamente “cristiana” cuyas esencias hoy se habrían perdido. Parecería entonces que pensamos que la organización social, económica y política de las sociedades de nuestros abuelos reflejaba los valores del evangelio con fidelidad, y que solamente en tiempos más recientes nos hemos alejado de él. Quizá sería más correcto afirmar simplemente que en los países de antigua raigambre cristiana ha disminuido en gran medida la práctica religiosa de la fe y la pertenencia formal a una Iglesia, lo cual es un hecho indiscutible, corroborado por toda clase de estadísticas. Deducir, sin embargo, que dichas sociedades se han “descristianizado” es ir demasiado lejos: porque lo cierto es que, de acuerdo con lo planteado más arriba, nunca fueron cristianas. Es decir, nunca se gobernaron realmente por criterios evangélicos tan fundamentales como la búsqueda del bien común por encima de intereses particulares, o la misericordia, o el perdón, o el servicio, o el amor al enemigo, o la atención preferencial a los más vulnerables, o el respeto a la libertad del otro o el rechazo radical de la injusticia, por mucho que tuvieran un barniz de cristianismo (o de Cristiandad) que hoy ha desaparecido o va desapareciendo.
 
¿Adónde queremos ir a parar con esta reflexión? No se trata, ciertamente, de concluir afirmando algo así como que “ya que por lo visto antes no estábamos tan bien como creíamos, la falta de relevancia actual del evangelio tampoco debería preocuparnos mucho”, argumento estéril y comodón que no aportaría demasiada luz a la búsqueda de pistas que nos ayuden a enfrentar a la situación presente. Lo que nos parece importante es que no caigamos en el error de buscar la solución y el remedio a los desafíos de nuestra situación actual (en la que es verdad que el mensaje cristiano cuenta poco) en una visión distorsionada de un supuesto pasado ideal en el que, precisamente porque no era tan ideal, no hallaremos las recetas adecuadas para sanar los males de nuestro tiempo.
 
La pasada situación de Cristiandad que se vivió en muchos países de Occidente fue la que fue, con sus bendiciones y sus problemáticas, y no nos toca a nosotros pasar sentencia sobre los aciertos y errores de otras épocas. Sin embargo, sí nos toca asumir el reto de vislumbrar cómo vamos a anunciar el evangelio hoy; y la lección del ayer no es, ciertamente, que haya que volver a él. La lección es que, hoy como en cualquier otro momento histórico, la evangelización (si quiere dar frutos de caridad y de transformación real del entorno) debe tratar de ser profunda antes que extensa; debe intentar transformar corazones y tocar conciencias antes que buscar privilegios para la Iglesia; debe apelar a la persona, no a la multitud.
 
En los años posteriores al concilio Karl Rahner afirmó en una conferencia que “los cristianos del siglo XXI serán místicos o no serán”[ii], subrayando que ante la desaparición de la Cristiandad el compromiso personal de cada bautizado iba a ser decisivo. Sin querer corregir al gran teólogo alemán, pues de hecho su frase nos parece acertadísima, nos atrevemos a apuntar, sencillamente, que en realidad dicha frase es tan cierta si la aplicamos al siglo XXI como al siglo XIII o al XVI: siempre, en efecto, lo determinante para una vivencia verdaderamente cristiana de la fe ha sido la profundidad del compromiso, fruto de una experiencia real, la existencia de lo que Camilo Torres llamó “conciencia cristiana”, o lo que es lo mismo, el testimonio, en medio del gran estanque de la sociedad, de piedrecillas realmente impregnadas y empapadas de evangelio.   
 
Comprender que es muy posible vivir rodeados de cristianismo sin abrirnos a la llamada transformadora de Jesús es, ante todo, una invitación a que examinemos cada día la calidad de nuestro compromiso personal y de nuestra apertura sincera al soplo del Espíritu. Hoy, como ayer y como mañana, la calidad de la comunidad cristiana no se medirá por la cantidad de templos o de estadios que seamos capaces de llenar (las grandes celebraciones son, a lo sumo, signos puntuales de la alegría de los fieles) sino por la autenticidad, la madurez humana y la caridad cristiana de las vidas de los que (llenen Iglesias o no) se llamen discípulos de Jesús.
 
 
 
[i] Encrucijadas de la Iglesia en América Latina, 19 de abril de 1965.
[ii] La paternidad de la frase se atribuye también al novelista francés André Malraux y al sacerdote catalán Raimon Panikkar, pues ambos habían formulado pensamientos muy parecidos, pero eso aquí es irrelevante.


 

Feed RSS de noticias

Archivos del blog









Contacto

1505 Howard Street
Racine, WI 53404, EE.UU.
racine@comsp.org
Tel.: +1-262-634-2666

Ciudad de México, MÉXICO
mexico@comsp.org
Tel.: +52-555-335-0602

Azua, REPÚBLICA DOMINICANA
azua@comsp.org
Tel. 1: +1-809-521-2902
Tel. 2: +1-809-521-1019

Cochabamba, BOLIVIA
cochabamba@comsp.org
Tel.: +591-4-4352253

Bogotá, COLOMBIA
bogota@comsp.org
Tel.: +57-1-6349172

Meki, ETIOPÍA
meki@comsp.org
Tel.: +251-932508188