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Martes 12 Julio 2016
El pasado 22 de junio se celebraron las bodas de plata de Monseñor José Grullón al servicio de la Iglesia en la Diócesis de San Juan de la Maguana.  Ordenado sacerdote hace cuarenta y cinco años, nuestro “hermano José” (como a él le gusta llamarse) guía desde 1991 la diócesis en la que se encuentra la Parroquia de La Sagrada Familia de Sabana Yegua.

En la emotiva celebración se rememoró el itinerario de este obispo amable, sencillo, cercano a la gente y trabajador incansable. De Monseñor Grullón llaman la atención su simpatía, su celo apostólico en todas las áreas de la vida pastoral y su gran labor por el desarrollo humano en la diócesis territorialmente más grande del país (más de 7.000 km2), ubicada en una de las zonas más desfavorecidas. La construcción acueductos, sanitarios, puentes, apertura de caminos rurales, así como un enorme número de proyectos educativos y sanitarios a lo largo de dos décadas y media atestiguan la sensibilidad de este pastor ante las necesidades de aquellos que la Iglesia puso bajo su guía.

En sus visitas anuales a todas las parroquias él llega hasta las comunidades más aisladas —en burro, si es preciso, cuando visita una aldea que carece de acceso para vehículos—, saluda a cada familia, dedica su tiempo al que quiere hablar con él y entusiasma con sus palabras.

Desde aquí nos unimos con sentido agradecimiento a su celebración: también porque hace ya trece años que acogió con cariño en su diócesis a la Comunidad de San Pablo, y desde entonces ha sido a la vez nuestro obispo y amigo. Que sepamos seguir su ejemplo de vida y dedicarnos con su mismo entusiasmo y visión por y para el Evangelio.

 

 

Martes 5 Julio 2016
Dolores Puértolas

Las carencias educativas, afectivas, sociales y económicas que se experimentan en muchos núcleos familiares son como uno de esos ovillos tan enredados que no hay quien sepa por dónde empezar a estirar del hilo para, entonces, poderlos deshacer. A  veces se empieza a estirar y encontramos un gran nudo imposible de desenredar, y hay que buscar la otra punta del hilo e intentar por ahí.

Ricardo es un muchacho de sonrisa agradable y actitud tranquila a quien conocemos desde hace muchos años. Cuando era pequeñito acudía a la parroquia de La Sagrada Familia, en Sabana Yegua, que está a cargo de la Comunidad de San Pablo desde el 2003. Allí, con sus amigos, ayudaba en lo que hiciera falta: participando de grupos juveniles, colaborando en el huerto, barriendo, lavando el coche, cualquier cosa con tal de estar con los amigos haciendo algo, y, por qué no, si había algún plato de comida sobrante, aceptarlo de buena gana.

De una familia numerosa, en la que falta el trabajo y abundan los problemas, él se alejaba cada día de su barrio y de posibles amistades conflictivas, ocupando su tiempo sobrante después de la escuela en actividades variadas, también acompañando los curas a sus celebraciones por todo el territorio parroquial. Los sacerdotes, viendo su inteligencia, obtuvieron los recursos para que iniciara la secundaria en un buen colegio de Azua, la capital de provincia. Pero no funcionó. Quizás la distancia vital entre los demás compañeros, procedentes de familias acomodadas, y él era demasiado grande para lograr un buen encaje. Se desanimó y dejó el colegio. Sintió que le había fallado a “los padres”, por lo que se alejó durante un tiempo.

Tras reencontrarlo, lo animamos a proseguir los estudios en la escuela secundaria del pueblo. Todos sabíamos que el nivel no era el mismo, pero no había que insistir en algo que no había funcionado una vez.

Hace casi dos años nos visitó una voluntaria de España durante unas semanas, y quedó “tocada” por las muchas necesidades, decidiendo colaborar con varias becas educativas. En su estancia dio clases de inglés a los muchachos, y allí conoció a Ricardo. Era un estudiante sobresaliente y nos dijo que le gustaría continuar con el inglés, por lo que, junto a nuestra amiga, que pagaría la beca, propusimos que los fines de semana fuera a una academia a seguir un curso de inglés.

Actualmente está en el último nivel del curso intensivo de inglés y le va muy bien. En el mes de enero pasó una semana traduciendo durante la campaña oftalmológica que realiza un equipo de médicos que viene cada año de los EE.UU. Posteriormente tuvimos a una voluntaria de ese mismo país dando clases de inglés durante un par de meses y Ricardo estuvo de asistente. Cuando la voluntaria se marchó los estudiantes le pidieron a Ricardo continuar las clases y nosotros lo animamos a que lo hiciera. Duró unos meses impartiendo el curso de inglés a niños y adultos de la comunidad, que no dejaban de sorprenderse del cambio de este muchacho que no hace tanto rondaba por la parroquia ayudando en el huerto y jugando con sus amigos. Sus conocimientos de inglés y su seguridad dando clases son un aliciente para cualquiera que quiera superarse.

Y más recientemente, Ricardo ha dado el paso siguiente: el salto a la universidad. Es siempre un paso tremendamente difícil, pues incluye cambiar de ciudad, irse lejos, buscar alojamiento, estudios, y sobre todo el reto económico que supone. Muchos jóvenes sueñan con la universidad y cuando acaban la secundaria se topan con la realidad de lo prácticamente imposible que es ese paso. En el caso de Ricardo, nuestra amiga le está apoyando. Ojalá sigamos encontrando a muchas personas que nos ayuden en el programa de becas, pues de alguna manera es como ir desenredando ovillos y el hilo que estiramos es el estudiante becado: cuando mejore su vida, mejorará la de su familia.  ¡Muchos jóvenes esperan esta oportunidad!

 


 

Martes 28 Junio 2016
Gemma Regales

Fikirte, una adolescente de 13 años, ve que los días sin poder ir a la escuela por estar enferma se han reducido, y nos cuenta aliviada: “Ya no tengo miedo de que mi familia me obligue a dejar la escuela porque tengo que repetir el mismo curso. Este año no estoy faltando, y por lo tanto mis notas son buenas”. En Etiopía gracias a los esfuerzos hechos en los últimos años, el 86% de los niños ya reciben educación primaria. Sin embargo cuando los niños caen enfermos dejan de asistir a la escuela, pues no encuentran atención médica, y como consecuencia, muchos ya no regresan. Ese es sin duda uno de los varios factores que explican el alto índice de abandono escolar de los estudiantes que empiezan la educación primaria, que se sitúa en un alarmante 63%.

 

Ahora Fikirte y sus amigas van contentas, ilusionadas y tranquilas caminando hacia la escuela, a unos 15 minutos de sus casas. Saben que desde hace un tiempo su escuela tiene una enfermería con un médico y una enfermera que las revisa y trata cuando lo necesitan. También disfrutan de las nuevas clases sobre salud, donde están aprendiendo nuevos hábitos para enfermar menos.

Y es que el pueblo de Fikirte, Graba Fila, con 3.500  habitantes y situado a 10 Km de Meki, no cuenta con ningún centro de salud. Cuando sus habitantes enferman tienen que trasladarse a 8 kilómetros para acceder a un centro público de salud, que además siempre tiene escasez de medios y es atendido por enfermeras y técnicos sanitarios, pero sin ningún médico. Por eso los pacientes acuden a dicho centro solo cuando las dolencias son muy graves, fuertes o insoportables.

Pero algo está cambiando: la escuela de Fikirte (Escuela Católica St. Gabriel) en Graba Fila, cuenta desde hace dos años con un servicio médico para los alumnos, establecido por la Comunidad de San Pablo. Los 283 niños y adolescentes (de 4 a 18 años) de la escuela son atendidos médicamente de cualquier problema de salud que sufren. Además, todos pasan una revisión médica al año para detectar y tratar posibles enfermedades, como la malnutrición, parásitos intestinales, trastornos visuales, etc. Pero no sólo eso, también tienen una asignatura más en la escuela, Educación en Salud, donde aprenden conceptos básicos sobre higiene y salud, y cómo adoptar o fortalecer estilos de vida saludables para estar sanos.

Es bien sabido que los niños que completan más años de escolaridad tienden a disfrutar de una mejor salud y a tener acceso a más oportunidades en la vida. Por eso una escuela con actividades de salud trae beneficios para la educación, pues contribuye a que se cumplan sus objetivos educativos y de desarrollo.

 
 

Martes 14 Junio 2016

El día 29 de abril tuvo lugar la inauguración del acueducto de la comunidad rural Km. 8 (barrio San Antonio) y de la cancha de baloncesto de la comunidad Km. 7 (en Azua, República Dominicana).

Con estas dos últimas infraestructuras completadas finalizó un proyecto que ha durado casi tres años, realizado con la colaboración de la Parroquia La Sagrada Familia, al cargo de la Comunidad de San Pablo, y las organizaciones FUNDASEP (de la República Dominicana), Manos Unidas y Nuevos Caminos (estas dos últimas de España).
 

Comunidad del Km. 8 inaugura acueducto y cancha de baloncesto con alegría reflejada en sus rostros

El proyecto beneficia a más de 2.000 personas, con componentes educativos, de salud, de generación de ingresos y en especial de infraestructuras, como la cancha de baloncesto y los dos acueductos comunitarios que se han podido construir, en Cañada de Piedra-Altagracia y en el Km. 8.

Se acabó el tener que sufrir la escasez de agua y el transporte a pie, cargando bidones por largas distancias bajo el sol. Ahora el agua está en cada casa gracias al esfuerzo de muchos, en especial de las comunidades participantes.

La celebración de fin de proyecto tuvo cantos, baile, discursos, bendiciones, comida y sobre todo mucha alegría. ¡Gracias a todos los que participaron y colaboraron las vidas de muchas personas han mejorado significativamente!

 


 

Lunes 6 Junio 2016

Con fecha 19 de marzo el papa Francisco publicó la tan esperada Exhortación Apostólica postsinodal Amoris Laetitia (“La alegría del amor”). Un texto largo, como ya nos tiene acostumbrados el actual pontífice, donde no deja escapar la ocasión para incluir en un mismo escrito tanto principios generales como afirmaciones de lo más concreto y práctico.
 
Grande era la expectativa tras dos Sínodos dedicados a la familia, en 2014 y 2015, de manera especial respecto a temas candentes como pueden ser el acceso a la comunión por parte de los divorciados vueltos a casar, la acogida de las personas con orientación homosexual en la Iglesia, o los métodos anticonceptivos. Y, como era de esperar, nunca llueve a gusto de todos. Desde los sectores más intransigentes se acusa al texto de ambiguo, mientras que desde ciertos ámbitos progresistas se le considera tibio, se esperaba más.
 
¿Qué podemos decir al respecto? Creemos sinceramente que se trata de una exhortación que abre puertas, y hacemos nuestra la frase del patriarca Máximos IV Saigh en el Vaticano II: “Hay puertas que, una vez abiertas por el Espíritu Santo, nadie puede en adelante cerrar”. Quien las esperaba abiertas de par en par se queja de que sólo están “entreabiertas”. Quizá sí, pero, desde luego ¡lo que no han quedado es cerradas como estaban! Constreñidos por el espacio, y aún a riesgo de sintetizar demasiado un texto tan amplio, veamos los puntos que nos parecen más destacables:
 
En primer lugar hay que resaltar el tono marcadamente conciliar del texto: Huele a Vaticano II por todas partes. No sólo por su optimismo antropológico, sino en gran parte por la utilización del método inductivo -de manera especial en el capítulo segundo-, relegado desde hacía tiempo en la Iglesia únicamente a cuestiones de moral social: Francisco parte de la observación de la realidad, constatando la diversidad de “situaciones familiares” (nº 52) con las que nos encontramos. También está muy en línea con la “escucha al mundo” (Gaudium et Spes 40 y 44) el recurso a citas de autores seculares -y no necesariamente creyentes- como Borges, Octavio Paz, Fromm, o Benedetti, de quien se permite copiar en el texto un precioso poema (nº 181); la guinda a este respecto la pone una referencia a la película El festín de Babette, en el nº 129. No recordamos nada parecido en un documento papal.
 
Dicho esto, cinco serían, a nuestro modo de ver, los pilares teóricos de los que parte su reflexión. En primer lugar, tres desde la reflexión humana: El empleo de dicho método inductivo; una postura realista y posibilista (hay que hacer “el bien posible”; nº 308); y finalmente, uno de los principios a que nos tiene acostumbrados desde la Evangelii Gaudium: “el tiempo es superior al espacio” (nn. 3 y 261; es decir, son más importantes los procesos que el control de una determinada situación). Junto a esos fundamentos filosóficos, se añaden dos principios desde la fe: todo hay que interpretarlo en clave de misericordia[1] (va siendo la tónica de su pontificado amén del lema del presente año); y debemos emplear la “lógica de la integración” (nº 299).
 
Partiendo de ese armazón teórico, ¿qué propuestas concretas plantea Francisco? Junto a recomendaciones y consejos de carácter práctico, típicos de esa naturalidad del actual pontífice, en los que no nos vamos a entretener[2], encontramos afirmaciones relevantes tanto en lo estrictamente doctrinal como sobre todo en lo pastoral:
 
  • Respecto a la doctrina no hay cambios[3], ciertamente, pero sí una nueva óptica –en línea con el Vaticano II- según la cual ya se nos advierte desde el inicio del texto que subsisten “diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunos aspectos que se derivan de ella” (nº 3), es decir, habrá variedad de interpretaciones de la doctrina, dependiendo del contexto: “Además en cada país o región se pueden buscar soluciones más inculturadas”. La doctrina no es por tanto algo monolítico[4], sino algo interpretable y adaptable. Asoma pues ahí el camino de la descentralización[5] así como la aplicación de la subsidiariedad. 
 
  • Abundando en el mismo tema, nos parece significativa la afirmación de que “la ley natural no debería ser presentada como un conjunto ya constituido de reglas que se imponen a priori al sujeto moral, sino que es más bien una fuente de inspiración objetiva para su proceso, eminentemente personal, de toma de decisión” (nº 305, uno de los números clave de todo el documento). Vemos como Francisco desplaza el centro de interés hacia el proceso personal de cada individuo (que retomaremos después). 
 
  • También en lo doctrinal, Francisco presenta el matrimonio como un proceso, un camino de maduración (sobre todo en el excelente capítulo cuarto, sobre el amor; cf.: nn. 122, 134; también en 221). Se nos recuerda que la finalidad del matrimonio no es sólo la procreación (nn. 36, 125, 151), y se resalta repetidamente una valoración positiva de la sexualidad humana (nn. 61, 148, 151, 156, 157, 317). Muestra gran realismo al presentar asimismo el matrimonio como “proyecto común estable”, aunque “no podemos prometernos tener los mismos sentimientos durante toda la vida” (nº 163). 
 
  • Cambiando ahora al campo de la pastoral, se afirma que no hay soluciones sencillas[6], dada la variedad (nº 52) y complejidad (nº 79) de situaciones. Debemos aplicar la ley de gradualidad, según la cual cada ser humano “avanza gradualmente” en el camino de conversión (nº 295). Es relevante que al hablar de “situaciones familiares” diversas, se esté incluyendo ahí a los que simplemente conviven sin casarse, a los casados por lo civil únicamente, a los divorciados vueltos a casar, e incluso a las uniones entre personas del mismo sexo (nº 52). Y lo es más aún que se reconozca que todas ellas “pueden brindar cierta estabilidad”. Más adelante añadirá que la “Iglesia no deja de valorar los elementos constructivos en aquellas situaciones que todavía no corresponden o ya no corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio” (nº 292). Francisco no sólo afirma por tanto que debemos saber integrar todas las posibles situaciones familiares en la Iglesia, sino que además debemos saber reconocer lo positivo en ellas. 
 
  • Concretando la tarea de la Iglesia, ésta será: hacer autocrítica, lo primero (nº 36); comprender, consolar e integrar (nn. 49, 297, 312); tener cuidado pastoral de los que simplemente conviven, los que han contraído matrimonio solamente civil, o los divorciados vueltos a casar (nº 78); estar atentos al sufrimiento de la gente a causa de su condición (nn. 79 y 296); acompañar y ayudar a discernir (nº 243); se nos recuerda una vez más que “la tarea de la Iglesia se asemeja a la de un hospital de campaña” (nº 291); la Iglesia valora “los elementos constructivos” en las situaciones familiares que no se corresponden a su enseñanza sobre el matrimonio (nº 292); debe formar conciencias, no intentar sustituirlas (nº 37). ¡Todo un programa! 
 
  • En definitiva, como anunciábamos, Francisco va desplazando el centro de interés de la preeminencia de la norma a la de la conciencia[7]: “la conciencia de las personas debe ser mejor incorporada en la praxis de la Iglesia en algunas situaciones que no realizan objetivamente nuestra concepción del matrimonio” (nº 303). Si no hay novedad en la doctrina, sí es cierto que nos encontramos con la innovación de llevar la solución al ámbito de la conciencia personal[8]
 
  • Y no podemos terminar sin hacer referencia a la cuestión tan esperada y comentada de la comunión de los divorciados vueltos a casar. En primer lugar hay que aplicarles lo que Francisco afirma de modo general respecto a todos los que viven en una situación “irregular”: 1) en el discernimiento pastoral hay que tener en cuenta las circunstancias atenuantes[9]; 2) ya no es posible decir que viven en una situación de pecado mortal (nº 301). Y en segundo lugar se afirma específicamente respecto a ellos que: 1) no están excomulgados, sino que integran la comunión eclesial (nº 243); 2) en ciertos casos pueden recibir la ayuda de los sacramentos (en nota 351, referida al nº 305). Hay quien ha criticado que esta afirmación sólo aparezca en una nota a pie de página, pero lo cierto es que ya está dicho. Además, por el tenor de toda la exhortación, está clara la voluntad inclusiva del documento. 
 
  • Por si fuera poco, dicho trascendental nº 305 contiene una crítica –quizá la más directa de todo el documento- hacia aquellos que se esconden tras las enseñanzas de la Iglesia “para sentarse en la cátedra de Moisés y juzgar”. Resuena aquí el “¿quién soy yo para juzgar?” de los inicios del presente pontificado. 

En definitiva, ambigüedad ninguna, más bien claridad absoluta en cuanto a afirmar que no estamos para juzgar sino para acoger, acompañar e integrar. El cambio de tono es notable y, como sabemos, la forma comunica contenido. Francisco no es ambiguo, en todo caso lo es la realidad compleja con que nos encontramos día a día. Su mensaje va dirigido a una Iglesia de personas adultas, capaces de pensar por sí mismos, de discernir ante lo complejo, y de asumir responsabilidades por las decisiones tomadas. Un signo de nuestros tiempos, llenos de esplendorosa libertad, es que no se nos dan recetas hechas para nuestras vidas, las decisiones las tomamos nosotros. Mensaje evangélico donde los haya, que sin duda deja puertas abiertas.
 


[1] “La misericordia es la plenitud de la justicia y la manifestación más luminosa de la verdad de Dios” (nº 311); es el “corazón palpitante del evangelio” (nº 309) y “la viga maestra que sostiene la vida de la Iglesia” (nº 310).
[2] Por ejemplo todo un análisis de la importancia del diálogo en la familia (nn. 136-141), o sobre la educación de los hijos, que se pueden encontrar fácilmente en el texto (especialmente el capítulo siete).
[3] “Si se tiene en cuenta la innumerable diversidad de situaciones concretas (…) puede comprenderse que no debía esperarse del Sínodo o de esta Exhortación una nueva normativa general de tipo canónica, aplicable a todos los casos” (nº 300).
[4] Literalmente en un par de ocasiones empleará precisamente el término “roca”: aplicada a las normas, que no deben imponerse a la gente como si lo fueran (nº 49); y referida a las leyes morales que no pueden lanzarse como rocas contra quienes viven en situaciones “irregulares” (nº 305).
[5] “Serán las distintas comunidades quienes deberán elaborar propuestas más prácticas y eficaces, que tengan en cuenta tanto las enseñanzas de la Iglesia como las necesidades y los desafíos locales” (nº 199).
[6] En el nº 298 cita a Benedicto XVI afirmando que no existen “recetas sencillas”.
[7] “Nos cuesta dejar espacio a la conciencia de los fieles” (nº 37).
[8] Como ya ha hecho notar el gran moralista Marciano Vidal (en “Pliego”, Vida Nueva nº 2984, 16-22 de abril de 2016).
[9] El pontífice enfatiza la disminución –o incluso supresión- de responsabilidad moral en algunos casos (nn. 301, 302).



 

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