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Martes 13 Septiembre 2022
Durante seis semanas, los miembros de la CSP en Sabana Yegua (Azua, República Dominicana) acogieron a dos seminaristas de la Arquidiócesis de Milwaukee como parte de su programa de inmersión para aprender español y conocer el trabajo de la parroquia. Al llegar de regreso a los EE. UU. uno de ellos escribió la siguiente reflexión.

 


Puede ser fácil crear expectativas en la vida. Nos ayudan a prepararnos y a completar las tareas que enfrentamos. Si bien las expectativas son en su mayoría útiles, a menudo nos impiden disfrutar de nuevas experiencias, esas que solo se obtienen al ser flexibles y espontáneos. La importancia de ser flexibles y abiertos también tiene una dimensión espiritual. A menudo Dios se nos revela fuera de las expectativas que creamos en nuestras mentes y corazones. Esta importante lección estuvo en el centro de mi experiencia (y la de mi compañero seminarista, Brady Gagne) durante las semanas que pasamos en República Dominicana.
 
Al comenzar nuestro programa de verano en Sabana Yegua, mi expectativa era que estaríamos trabajando en muchos proyectos. Imaginaba que la mayor parte de nuestra actividad sería trabajo físico, como pintar y construir espacios en distintas partes de la parroquia. En cambio, lo que Brady y yo descubrimos fue que nuestro trabajo diario se centraba, sobre todo, en encontrar a las personas que Dios había puesto en nuestras vidas. Ya fuera hablando con los feligreses o con los lugareños en la calle, el ministerio de estar presente para los demás nos permitió ver lo que Dios estaba haciendo en la vida de tanta gente. A medida que pudimos reflexionar sobre estas experiencias, pudimos preguntarle a Dios qué estaba haciendo en nuestras vidas. En mi experiencia, Dios me invitó a encontrar paz dentro de mí y a escuchar a los demás, en lugar de tratar de decir algo inteligente o profundo a cada rato (algo especialmente acertado cuando estás aprendiendo un nuevo idioma). Dios también me invitó a vivir con un sentido más profundo de la gratitud y la generosidad, al estar abierto a recibir tanto de la gente, ya sea porque nos invitaban a cenar o simplemente nos saludaran en la calle. Aprender a ser flexibles para recibir cualquier encuentro que pudiera traer el día fue una verdadera gracia del tiempo que pasamos en la República Dominicana.
 
Y ser flexibles, este verano, también nos enseñó a Brady y a mí la importancia de tener un espíritu aventurero. Cuando estábamos abiertos a probar cosas nuevas, nos abrimos a encontrarnos con Dios. Pienso, por ejemplo, en el día que fuimos a un pueblo de la montaña, Guayabal, a celebrar la Solemnidad del Sagrado Corazón, después de que la noche anterior el párroco nos invitara. También pienso en la vez que fuimos hasta el pequeño pueblo haitiano de Los Cacaos para celebrar misa con los lugareños. Estas aventuras propiciaron encuentros con muchas personas amables y generosas. Fueron momentos hermosos, que nos revelaron el amor de Dios. Jesús dice: “En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si os amáis los unos a los otros” (Jn 13,35). En el corazón mismo de la vida cristiana está el amor. Si bien puede parecer diferente según las culturas y los lugares, estar abierto a la aventura en esas nuevas culturas y lugares nos abre al amor de Dios.


 

Jueves 21 Julio 2022

 



El Centro Comunitario de desarrollo Infantil San José ofrece una atención integral a los niños de edades preescolar en Jardines de San Juan Ajusco, Ciudad de México, un barrio afectado por la marginación social y la falta de recursos.

Para nuestra programación de actividades del pasado mes de junio, incluimos el tema de “La Familia” para trabajar con niños, puesto que anteriormente, en el mes de abril, celebramos el día del niño, en mayo el día de madre y en junio celebramos el día del padre: así pudimos unir estas celebraciones en una fiesta de conjunto.

En los salones trabajamos con los niños el tema de la familia durante todo el mes mediante diferentes actividades como dibujos, y cuentos sobre la familia: quiénes conforman una familia, papá, mamá, hermanos, abuelos, tíos, primos etc., y crear la conciencia sobre el papel fundamental de las familias para ellos desde la primera infancia.

También realizaron manualidades, que al finalizar el día los niños entregaron a sus papás como regalo.

Desde su edad tan temprana, los niños tienen muy claro qué es la familia, se identifican con sus familiares como personas que los quieren, los cuidan, los comprenden y se preocupan por ellos.

El pasado 17 de junio, celebramos el Día de la Familia en el centro San José, y tuvimos una convivencia con los niños acompañados de los miembros de sus familias. Las educadoras prepararon bailes por grupos con los niños que presentaron para sus familiares. Este evento fue el primero que pudimos realizar con todos desde el inicio de la pandemia hace ya más de dos años, y todos los familiares que participaron se marcharon muy contentos de haber disfrutado y animado el baile de los niños.

Miércoles 6 Julio 2022




 
Siento admiración por el cielo, también por los brazos, pero por encima de todo siento una profunda admiración por las mujeres. Este proverbio africano, donde mujeres, brazos y cielo están tan unidos e interactúan de una manera tan sencilla, respetuosa y unánime para sostener el cielo, es mi proverbio favorito y el que mejor representa a todas las mujeres que compartimos brazos y cielo en Meki, Etiopía.

El cielo de Meki en el que vivimos está compuesto por muchas mujeres que, de una manera sencilla, constante y muchas veces apenas perceptible hacen mucho ruido. Es un ruido constante, lleno de cariño, de amabilidad, pero también impertinente y lleno de rebeldía, de enfado y de no aceptación de las muchas responsabilidades y pocos derechos con los que les toca vivir. Ellas hacen un ruido especial, no se callan, no las callan, y están cambiando muchas cosas, muchas vidas, las suyas las primeras.

A muchas las conocimos hace apenas un año. Habían perdido trabajo, casa y familia con la llegada de la pandemia. Ahora se les llama “mujeres en situación de vulnerabilidad extrema”. Y sí, eran muy vulnerables. Cuando se las invitó a formar parte de un nuevo proyecto a muchas se les transformó el semblante, recuperaron la sonrisa y también la esperanza que habían perdido. Se integraron a grupos de ahorro con otras mujeres que compartían y comprendían las graves dificultades por las que estaban pasando. Y sintieron que de nuevo se confiaba en ellas, que se les ofrecía una nueva oportunidad para emprender negocios, ayudándoles también con lo más básico y esencial que necesitaban: salud, vivienda digna, y la escolarización de sus hijos.

Y a partir de ahí… empezaron a soñar de nuevo, y sus sueños son ahora reales. Están orgullosas de los logros alcanzados, de las iniciativas emprendidas, y vuelven a tener seguridad en sí mismas. Y al compartir en sus grupos de ahorro las ocasiones de violencia machista que siguen sufriendo muchas de ellas, se enfadan, se apoyan y pelean porque saben que merecen ser tratadas con respeto y dignidad. Todas estas mujeres con las que convivo y comparto el trabajo diario siguen sosteniendo el cielo de Meki, y siguen haciendo un ruido constante, no estridente pero persistente, para avanzar juntas. Están siendo un ejemplo para muchas otras.

Y como dice otro proverbio africano “las huellas de las personas que caminaron juntas nunca se borran”. Sueño y seguiré trabajando para que cada vez sean más las huellas y los ruidos de las mujeres que sigan denunciando, y transformando vidas.


 

Miércoles 29 Junio 2022
 


El pasado domingo día 19 celebramos la fiesta de Corpus, del Cuerpo y la Sangre de Cristo, y para ilustrar la solemnidad en misa leímos el relato que nos ofrece Lucas de la multiplicación de los panes y los peces (Lc 9, 11-17). En este pasaje se adivinan, enseguida, dos modos distintos de enfrentar los desafíos que nos plantea la vida.

Por un lado, ante el problema acuciante de la falta de comida para toda la multitud que tienen enfrente, está la «solución» (llamémosla así) que plantean los discípulos: que cada cual se busque lo que necesite. Que la gente se disperse y que cada uno busque su pan. Es el sálvese quien pueda, la ley de la selva.

Y, por otro lado, está la opción de Jesús: quedémonos todos aquí, juntos, y, unidos, miremos qué podemos hacer y qué salida encontramos ante el problema que nos apremia. Este, podríamos decir, es el modo eucarístico (o sea, comunitario) de vivir la vida.

En la forma de enfrentar las cosas de los discípulos nadie asume la responsabilidad por el bienestar del hermano. Jesús, en cambio, sintetiza su propuesta precisamente con la invitación, o el mandato, de que sean los discípulos quienes se pongan a trabajar para resolver la necesidad de la muchedumbre: «Dadles vosotros de comer» (Lc 9, 13). Y esta se convierte, entonces, en la frase clave del relato. «Dadles vosotros de comer» es una orden de Jesús que resuena a través de la Historia, que llega como una llamada inescapable a los oídos y a la conciencia de todos aquellos quienes, a veces, quisiéramos inhibirnos, encogernos de hombros, decir que la necesidad del hermano no es nuestro problema y optar, con los discípulos, por el sálvese quien pueda.

En cada celebración de la Eucaristía recordamos y subrayamos que nos acercamos a comulgar en tanto que miembros de una comunidad. Es decir, que comulgamos el cuerpo de Cristo (presente en la hostia consagrada), para seguir siendo cuerpo de Cristo (en tanto que Iglesia, pueblo, familia), como dijo San Pablo: «Vosotros sois el cuerpo de Cristo» (1ª Cor 12, 27).

En este sentido, es obvio que no habría mayor contradicción que una vivencia intimista, privatizada e individualista de la Eucaristía. Es hermoso que experimentemos la recepción de la forma consagrada como un momento de profunda cercanía con Jesús: pero ello nunca debería constituir una excusa para, entonces, alejarnos y desentendernos de los demás, con el pretexto de que «ya estoy bien con el Señor, los demás ni me interesan ni me hacen falta». Comulgamos, y en el hecho de comulgar sentimos la cercanía del Señor, sí: pero el fruto lógico de esta cercanía con quien dijo «dadles vosotros de comer» debería ser, una y otra vez, que entonces quienes hemos comulgado queramos acercarnos y comprometernos más los unos con los otros, y en especial con quienes pasan hambre. Porque (insistamos) comulgamos el cuerpo de Cristo en tanto que miembros del Cuerpo de Cristo.

¿Y qué nos hace ser Cuerpo de Cristo, o Iglesia, o pueblo o familia? ¿Una partida de bautismo? ¿Un pasaporte, una bandera? ¿Un apellido, unos genes? No, sino justamente lo que pone de manifiesto el texto de Lucas: la capacidad por asumir la responsabilidad por el hermano.

Un grupo de personas donde unos asumen la responsabilidad por el bienestar de los demás es una comunidad. Uno en el que cada cual va a la suya (independientemente de que compartan nacionalidad, o apellido, o afiliación a una misma iglesia) nunca lo será.

Escuchemos, con oídos renovados, las clarísimas palabras de Jesús: «Dadles vosotros de comer». En la capacidad que demostremos por responder a esta invitación nos jugamos nuestra misma identidad de miembros de la Iglesia, de personas hermanadas, unas con las otros, formando el cuerpo de Cristo.


 

Miércoles 15 Junio 2022


 

Nos alegramos de la publicación reciente del libro "Hechura de sus manos", en la Editorial San Pablo, de Madrid. Se trata de una obra de Pablo Cirujeda, miembro de la Comunidad de San Pablo y colaborador habitual de este blog. El libro, de exquisita presentación, desarrolla una serie de reflexiones en las que hace dialogar los relatos del libro del Génesis con nuestra ciencia moderna. En la contraportada leemos lo siguiente:

"Partiendo del Génesis, Pablo Cirujeda, sacerdote y médico, apunta unas breves reflexiones, serenas y conciliadoras, en las que busca, y encuentra, eso que une a los seres humanos entre sí; y a Dios. Con sus palabras demuestra que el tiempo, la capacidad creadora y, cómo no, el amor, entre otros hilos, tejerán esa materia indisoluble que, puntada a puntada, logra conformar el todo".

Un libro ameno y necesario. ¡Felicidades, Pablo!


 

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