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Martes 13 Octubre 2015
Una semana antes de que empezaran oficialmente las clases, el grupo de trabajo y las maestras del centro San José emprendieron actividades de reubicación de las aulas, acomodaron muebles, pintaron los salones retocando las puertas, asearon a profundidad paredes y pisos, y posteriormente realizaron la decoración del recinto preescolar. Todo con el fin de brindar una calurosa bienvenida a los niños de Jardines de San Juan, en las afueras de la ciudad de México, cuando llegaran a su primer día de clase.
 

 
Así hemos iniciado el nuevo ciclo escolar 2015-2016 en el Centro Comunitario de Desarrollo Infantil San José, contagiados de alegría, porque sabemos que cada día trabajamos en la construcción de valores para formar niños y niñas con mejores aspiraciones para su futuro.
El primer día de clase por la mañana, mamás y algunos papás llegaron a la puerta principal del centro para dejar a sus hijos e hijas en manos de sus “segundas mamás”, las maestras, para luego desplazarse a sus lugares de trabajo. Algunos niños llegaban ya con deseos de entrar a convivir con sus amigos y compañeros, a otros les costaba trabajo regresar ya que se la pasaban muy bien en casa con su abuelita y hermanos, otros llegaban temerosos al ser su primera vez, y los más pequeños no dejaban de llorar al notar que se desprendían de los brazos de su mamá y los recibían unos “extraños”.
 
Como ocurre en todas partes y en todas las edades, la adaptación al nuevo entorno educativo, después del verano, toma unos días, mientras los pequeños se acostumbran al ambiente, y al trato interpersonal con los demás. Las primeras semanas de este regreso a clases la tarea principal de las maestras es manejar bien estos aspectos para que los niños se acostumbren, se relajen y puedan convivir a gusto.
 
 
En este nuevo curso el primer día contamos ya con 106 niños y niñas, sin haber hecho una campaña previa, cosa que nos satisface mucho. En años anteriores no habíamos rebasado la cifra de 100 niños, y nos alegramos en estos momentos de poder prestar este servicio de alimentación, educación preescolar y ayuda al desarrollo a los niños que lo necesitan entre esta población joven y creciente, en la que nuestro programa goza de un índice de aceptación cada vez mayor.
 

 


Jueves 8 Octubre 2015
Pablo Cirujeda
 
“Cuando estéis orando, perdonad lo que tengáis contra quien sea, para que también vuestro Padre del cielo os perdone vuestras faltas” (Mc. 11, 25).

Llama la atención en el evangelio de Marcos esta frase de Jesús, que parece limitar o condicionar el perdón de Dios a nuestra capacidad de perdonar. Otros evangelistas (Mateo y Lucas) han incorporado este dicho de Jesús a la famosa oración del Padrenuestro, que repetimos a diario: “perdónanos nuestras deudas, que también nosotros perdonamos a nuestros deudores” (Mt. 6, 12; Lc. 11, 4).

 
En el entender popular, parecería que Jesús estuviera estableciendo una condición previa para poder recibir el perdón de Dios: si no perdonas a los que te han ofendido, Dios no te perdonará. En nuestra mentalidad tantas veces proporcionalista o comercial,  podríamos llegar a pensar que Jesús estuviera limitando el perdón divino a nuestra capacidad de perdonarnos los unos a los otros. Si me das, te doy…¡me temo que muchos saldríamos perdiendo en este intercambio!

Por otro lado, el mismo Jesús, cuando habla en otras ocasiones de la capacidad de perdonar de Dios, lo hace apoyándose en imágenes y parábolas que parecen indicar todo lo contrario, como por ejemplo en el dicho “Vuestro Padre del cielo hace salir su sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt. 5, 45). Las parábolas del Hijo Pródigo o de la Oveja Perdida, entre otras muchas, también apoyarían esa idea de un Dios que no entiende de proporciones ni de justicia cuando se trata de ejercer la misericordia y el perdón.

Entonces, ¿por qué esa petición de Jesús de que seamos nosotros los que perdonemos primero? Pues porque el perdón es un arte en el que hay que ejercitarse, y que solamente se aprende practicándolo. Y Jesús indica a sus discípulos la fórmula para capacitarnos en este arte de perdonar: Quien no aprenda a perdonar, a vivir sin rencor, a soltar el fardo pesado del odio y de los deseos de venganza y de justicia, tampoco sabrá aceptar ni recibir el perdón de los demás, y mucho menos el de Dios.


Porque no solo hay que aprender a perdonar, sino también a ser perdonados. En definitiva, quien no sabe perdonar, tampoco sabe ser perdonado. El perdón del que habla Jesús siempre es gratuito, ya que no es proporcional al agravio cometido, ni tampoco es merecido porque uno se lo haya ganado a través de algún tipo de restitución o pago. El perdón se otorga libremente, cuando elegimos vivir una vida sin cuentas pendientes con los demás.
 
En esta escuela del perdón que Jesús propone, primero hay que aprender a perdonar, es decir, a hacer una opción personal por no vivir con agravios ni con rencor, renunciando a reivindicar las deudas que los demás puedan haber contraído conmigo. A partir de esa libertad interior, en la que ya no esperamos ni exigimos la restitución de la culpa, ni que los demás vengan a disculparse conmigo, somos capaces también de recibir el perdón del prójimo como un regalo, y, a través de ellos, el perdón gratuito de Dios, que no conoce el rencor ni el odio.

Rezando el Padrenuestro, cada día repetimos las palabras de Jesús, que nos enseña un arte que él llegó a dominar: el arte del perdón, y que llevó a su perfección en la cruz: “Padre, perdónales, que no saben lo que se hacen” (Lc. 23, 34).

 


Lunes 5 Octubre 2015

Nairobi Rodríguez se enteró del curso de cocina que se ofrece en el nuevo centro cultural de Sabana Yegua pero, como dice ella misma, “no sabe las letras”, y temía no ser aceptada. Decidió ir con su hija de acompañante, que está en primero de secundaria, y que ella tomara nota de todas las recetas. Así fue como finalizó el curso de 60 horas de cocina básica para grupos vulnerables, facilitado por INFOTEP, una institución del gobierno dominicano de formación profesional y técnica. Los dos grupos de 25 personas que tomaron el curso están entusiasmados y continuarán con el curso de repostería y postres, de 180 horas. ¡Eso ya son palabras mayores! Se necesitan más ingredientes, utensilios… y tendrán que ver de dónde sacan un dinerito, porque aunque el curso sea gratis, hay que conseguir algunas cosas para después poder deleitar a la familia y amigos en casa. Nairobi se siente muy agradecida por el curso de cocina y se apuntará también al de repostería, pero lo más importante es que una vez más, vuelve a animarse a continuar con sus estudios de primaria. Haber terminado este curso le hace pensar que podría llegar mucho más lejos si supiera escribir y leer bien, así que, aunque trabaje por las mañanas, y por las tardes tenga que atender a sus cinco hijos, se organizará, porque si algo tiene muy claro es que ya no quiere seguir siendo analfabeta.

 


 


Martes 29 Septiembre 2015

Carmen y Ramona, de Galindo Adentro (una comunidad pequeña y de escasos recursos de la provincia de Azua, en la República Dominicana), recibieron cada una un lechón del programa de porcicultura de la parroquia La Sagrada Familia. Hablábamos con ellas del cuidado y mantenimiento del animal, y ellas nos mencionaron que hay un dicho propio de la cultura dominicana que define los cerdos como “la alcancía del pobre”.

Muchas personas del territorio parroquial no tienen un empleo estable que genere ingresos constantes para sus economías familiares. Por tanto, la mayoría de las familias no pueden ahorrar para enfrentar adecuadamente momentos de crisis y escasez. Por lo general, la gente más necesitada de la zona vive al día, ganando su sustento sin poder crear un fondo de previsión para el futuro. Para tratar de dar respuesta a esta situación surgió la idea de iniciar un proyecto porcino, para ayudar a familias como la de Carmen y Ramona con un lechón. Sabemos que para muchas de estas familias les es difícil ahorrar o poner un dinero en una cuenta bancaria para una necesidad futura. También sabemos que cualquier familia de escasos recursos puede tener en el solar de su casa un cerdo que puede alimentar con sobras o deshechos de comida que consiga de los vecinos y de sus propias casas y cultivos.

La familia recibe la inversión base, que son los animales y los crían para luego venderlos, generando unos pequeños ingresos. Así cumplen el dicho dominicano, y los cerdos se convierten en la alcancía del pobre. Y si no tienen una emergencia que les obligue a vender antes de tiempo, y todo va bien, ¡los fondos de la alcancía producen un beneficio que la familia sabe muy bien cómo aprovechar!

 

 

 


Lunes 28 Septiembre 2015
Dolores Puértolas
 

No hay ni el dramatismo ni ciertamente la espectacularidad de las mutaciones mecánicas de los Transformers en las famosas películas que llevan este título, pero no hay duda de que nuestras vidas son una transformación constante: desde que nacemos hasta que morimos se transforma cada célula de nuestro cuerpo, crecemos, engordamos, adelgazamos, envejecemos... y también se transforman nuestro pensamiento, nuestros sentimientos, nuestro actuar, nuestra forma de ver la vida. Lo mismo ocurre con las culturas. Si bien nos esforzamos por preservar todo lo valioso que hay en ellas, lo queramos o no, las culturas se encuentran también en constante transformación. Como ejemplo, un par de pequeñas iniciativas de la Parroquia de Sabana Yegua, en el suroeste de la República Dominicana, donde trabajamos.

La más reciente es la campaña “Creando cultura de la limpieza”, iniciada por la Pastoral Juvenil y que pretende fomentar, a través de repartir cubos de basuras en puntos estratégicos de los pueblos y también de la limpieza de una playa local, la noción de que la basura se tiene que tirar al zafacón. Se trata de que la gente se vaya concienciando hasta que haya una transformación real de los hábitos, para que el cuidado y la limpieza de las calles de nuestros pueblos en la República Dominicana sea parte de la cultura de todos.

La otra iniciativa transformadora es la red de mini-bibliotecas de la que ya hemos hablado en este blog en más de una ocasión. También se trata de transformar la cultura promoviendo el hábito de lectura sobre todo en los más pequeños: aunque no cabe duda que una minoría de población más cultivada tiene esta afición, la mayor parte de los adultos y niños no dedican apenas tiempo a la lectura (de hecho muchos no tienen casi libros en sus casas). El objetivo es que leer sea una actividad cotidiana, parte de la cultura con la que crecerán los niños. 

Si somos mujeres y hombres en constante transformación, aceptemos el desafío de toda transformación cultural que nos lleve a una vida más digna y más plena. ¡Vale la pena!

 


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