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Miércoles 10 Febrero 2016
Esteve Redolad

“Darle prioridad al tiempo es ocuparse de iniciar procesos más que de poseer espacios. El tiempo rige los espacios, los ilumina y los transforma en eslabones de una cadena en constante crecimiento, sin caminos de retorno. Se trata de privilegiar las acciones que generan dinamismos nuevos en la sociedad e involucran a otras personas y grupos que las desarrollarán, hasta que fructifiquen en importantes acontecimientos históricos...” (EG 223)

El Papa Francisco ha hablado en varias ocasiones de la primacía del tiempo sobre el espacio. El tiempo es dinámico, es cambio. El espacio, en cambio, es estático, estancado y permanente. El tiempo denota siempre un proceso optimista, mientras que el espacio simboliza inmovilismo, y puede adquirir un tono más pesimista.

Para los que hemos crecido en la tradición clásica de la física euclidea-newtoniana no deja de ser interesante y a la vez difícil asumir esta asimetría que expone el santo padre entre el tiempo y el espacio, pero la vamos a aprovechar para esta reflexión cuaresmal.

Con el miércoles de ceniza se inaugura el tiempo de cuaresma, cuarenta días de preparación que nos llevarán a la Semana Santa, culminando en la fiesta de la Resurrección. La cuaresma es un tiempo relacionado con la abstinencia, el ayuno, la conversión, el sacrificio y la penitencia. Un tiempo sobrio, casi sombrío. Cuarenta días de preparación para cincuenta días de celebración pascual.  

La cuaresma, como tiempo litúrgico y como tiempo vital, apunta al cambio, a la superación: del ayuno a la solidaridad, de la penitencia a la generosidad, del sacrificio al beneficio, de la Pasión a la Resurrección. Es la cuaresma de quien se sacrifica por un bien mayor, es la cuaresma de la superación, de la lucha por el desarrollo. El tiempo de cuaresma se reconoce como mera preposición, no como la última palabra.

Pero no solo hay un tiempo de cuaresma, también hay el espacio de cuaresma, un espacio donde se vive, y donde existe la cuaresma, la geografía de la cuaresma.

La cuaresma del espacio es mucho más cruel, más pesada que el tiempo de cuaresma. Es la cuaresma que podemos señalar en un mapa, el espacio geográfico de los países pobres, o resiguiendo las calles que delimitan los barrios más pobres de una ciudad. Es el ayuno involuntario, cruel e ignorado de los refugiados, el sufrimiento de millones de niños, de ancianos, mujeres e inmigrantes causado por el egoísmo, la insolidaridad y la injusticia que no solo tolera, sino que acepta y aún le conviene, que la necesidad conviva al lado del despilfarro y la miseria al lado de la ostentación. Dos espacios separados por finas pero muy bien definidas fronteras que separan dos mundos. Es una cuaresma que no va a ninguna parte. No se mueve, y solo de muy lejos ve la resurrección. Es la cuaresma de la pobreza sistemática, necesaria para el sistema del bienestar, porque éste se aguanta gracias a aquella.

Pero la primacía del tiempo no es solo filosófica sino también práctica. A pesar de lo pesadas que son las cuaresmas del espacio, tampoco ellas tienen la última palabra. Porque las cuaresmas del tiempo son las que invaden el corazón y el ánimo, y éstas siempre pueden cargar a aquellas.

Sabemos que la cuaresma del tiempo, esta cuaresma que empezamos a celebrar, irá conquistando despacio pero decididamente, la cuaresma del espacio que tiene atrapada a tantas personas. Depende de cada uno de nosotros.

 
 

 


Jueves 4 Febrero 2016
Hoy presentamos el sexto y último capítulo de la webserie Bolivia desde los cimientos. Regresamos al trabajo de la Comunidad de San Pablo en Casa San José con niños en situación y riesgo de calle.  Diego es un caso de éxito de un joven que pasó por Casa San José y se pudo reinsertar con su familia. Actualmente está terminando el bachillerato y le está yendo muy bien. Él es uno de los muchos niños que pudo mejorar su vida gracias a Casa San José.

https://www.youtube.com/watch?v=pQ05_JnrhAY

 


Miércoles 27 Enero 2016
Esteve Redolad
 
Con cada curso escolar en la República Dominicana comienza un año más de ilusiones, y también de retos, no sólo para los estudiantes sino también para sus maestros. Y se reinicia también una vez más, el debate sobre la educación en el país.

Un dato tristemente significativo nos sirve para contribuir a este debate. El pasado 29 de julio de 2015 en el periódico dominicano Hoy aparecía la noticia: el país se encuentra en la posición 146 de 148 países en la calidad de educación primaria. El artículo no precisa cuáles son los 148 países, pero imaginamos que no estamos hablando de América Latina (46 países), sino de los casi 200 países en el mundo, donde 148 serán los que ofrecen datos estadísticos en referencia a este tema.

Que un país situado en la zona alta del Índice de Desarrollo Humano, con una democracia saludable y con estabilidad social y política, esté a la cola de esta estadística no deja de ser un dato trágico. Claro que el problema de la educación es siempre una cuestión compleja y en ella hay que considerar muchos elementos, como las infraestructuras y los planes educativos, entre otros. En este sentido, es una muy buena noticia que desde la consecución, en 2013, del 4% del presupuesto para la educación, se han venido construyendo un gran número de escuelas y se ha mejorado los equipamientos, aumentando significativamente la jornada escolar de gran parte de los estudiantes.

Pero aparte del problema de infraestructura tendremos que mirar también la situación del personal docente. Es un secreto a voces que uno de los principales problemas en la educación es la falta de preparación y motivación del profesorado. Es imposible poner en un mismo saco a un colectivo de 65.000 personas (entre docentes de primaria y secundaria) sin cometer algún tipo de injusticia. Pero, de hecho, en 2011 las carreras educativas sumaban el 42% de todos los graduados universitarios del país en ese año. No es casualidad: ni tampoco, y ahí radica el problema, un interés generalizado por enseñar a los más jóvenes. Lo cierto es que con el título de magisterio es relativamente fácil conseguir un trabajo bien remunerado y asegurado prácticamente de por vida, puesto que los maestros pasan a ser funcionarios del sector público del país y cuentan con el apoyo del sindicato ADP (Asociación Dominicana de Profesores), una de las organizaciones sociales más potentes e influyentes en el país.

La docencia es una profesión exigente y de un carácter netamente vocacional. Cuando se burocratiza y se convierte en una bolsa de trabajo de fácil acceso, donde los nombramientos (es decir, conseguir plaza fija) se usan a menudo para, y mediante, favoritismos políticos, el resultado es de dramáticas consecuencias: falta de motivación y preparación pedagógica, falta de seguimiento de estudiantes y sus familias, apatía, o estrés, entre el profesorado, altos índices de absentismo escolar y claro está, bajo rendimiento académico.

La solución a este círculo funesto de la educación (un bajo nivel profesional de los maestros produce un bajo nivel académico de los alumnos), pasa por aumentar el nivel de exigencia de los centros universitarios, demandar un buen nivel académico y profesional al personal docente, mejorar los incentivos y reconocer el rendimiento profesional, consolidar los procesos evaluativos del personal y de los centros, y sobre todo desvincular la docencia de injerencia políticas, creando órganos independientes que auditen en el sistema educativo, tanto en lo administrativo como en lo académico y pedagógico. Son cambios quizás utópicos y quiméricos, pero saber que estamos a la cola en la educación básica y no empezar a plantearse cambios profundos en el sistema educativo se nos antoja una irresponsabilidad.

Nos unimos a las palabras del ministro de Economía, Planificación y Desarrollo, Juan Temístocles Montás, al afirmar que si en República Dominicana no se propicia “un profundo cambio en el sistema educativo, no es verdad que vamos a estar preparados para competir con naciones que están dedicando esfuerzos, recursos y tiempo a investigación, desarrollo e innovación”.

 

 


Jueves 21 Enero 2016
Seguimos hoy con la webserie que muestra el trabajo de la Comunidad de San Pablo en Bolivia, con el capítulo dedicado a la formación y empoderamiento de la mujer, que se realiza en el centro multifuncional construido entre 2010 y 2011 en el Municipio de Vacas. En las comunidades rurales de Bolivia la mujer es relegada a un segundo plano y la capacitación ayudará  a su promoción, a que su voz sea escuchada y sus derechos cumplidos.

https://www.youtube.com/watch?v=sBTQfOFs0Ys

 

 


Miércoles 13 Enero 2016

Más de ocho millones de personas en Etiopía necesitan ayuda alimentaria según datos de un informe conjunto realizado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y el gobierno etíope. Dos épocas consecutivas de escasas lluvias han provocado la fuerte sequía que está afectando varias zonas del país.

Más del 80% de la población etíope se dedica a la agricultura, que sigue siendo el primer ingreso financiero del país, y por ello se complica todo cuando hay sequías y efectos del cambio climático. La agencia meteorológica ha advertido sobre posibles fuertes precipitaciones en las próximas semanas, lo cual puede destruir las cosechas ya existentes y empeorar aún más la situación.

 
 

Hace 30 años, en los años 80, Etiopía sufrió una gran hambruna que conmocionó al mundo. Desde entonces la economía del país ha ido mejorando hasta el punto de posicionarse entre las economías emergentes de África. Pero a pesar de que el gobierno actual, en el poder desde 1991, ha contribuido a la construcción de escuelas, caminos y hospitales, gran parte de la población sigue viviendo en situación de extrema pobreza.  Se están atendiendo cada vez más casos de desnutrición infantil y aunque el gobierno ha empezado a repartir sacos de grano y trigo entre las comunidades afectadas, se espera, una vez más, ayuda del exterior para poder superar esta nueva crisis alimentaria. Por parte de la Comunidad de San Pablo seguiremos contribuyendo desde nuestros proyectos a fortalecer la salud y a capacitar a la población rural de la zona de Meki.

 

 


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