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Martes 9 Agosto 2016
"Soy Isabela, residente de quinto año de medicina. Estoy convencida de que hay otro camino y de que el mundo está cambiando para mejor". Así empieza el relato de Isabela Gómez, publicado recientemente en Planeta Futuro, del periódico El País, sobre su experiencia en nuestros proyectos en la República Dominicana. Os invitamos a leerlo, ¡vale la pena!

http://elpais.com/elpais/2016/08/03/planeta_futuro/1470242035_610944.html


 

Martes 2 Agosto 2016

La asociación de mujeres de Totora Pampa inicia programa para ayudar a personas iletradas

 

En muchas zonas rurales de Bolivia todavía hay mujeres adultas que, a pesar de los avances que ha habido en las últimas décadas en el campo de la educación, son iletradas. Nunca tuvieron la oportunidad de estudiar: o bien no había escuelas cerca de sus pueblos o bien sus padres decidieron que las mujeres no necesitaban prepararse académicamente.

A través de la asociación de mujeres de tejido de la zona de Totora Pampa se nos planteó esta necesidad y el anhelo de muchas de ellas de estudiar. Cuando las mujeres van a las ciudades (a vender patatas, llamas, ovejas, cerdos, gallinas) sufren por no saber leer. Siendo analfabetas, no lo tienen fácil para llegar a una dirección. Además, para obtener su documento de identidad, certificados de nacimiento, de matrimonio, libretas de escolarización y especialmente para los documentos de compra-venta es necesario saber leer para evitar errores o engaños.

A raíz de esta problemática, recientemente José, agrónomo, y Lourdes, contable, un matrimonio que de la mano de la Comunidad de San Pablo se ocupa de varios proyectos agropecuarios y de reforestación en la región, han iniciado clases de alfabetización para adultos. Cada tarde dedican más de dos horas a alfabetizar a 16 mujeres de entre 22 y 72 años y terminan compartiendo con ellas un café con pan. Ojalá se sumen muchas más y aprendan a leer y escribir para poder hacer negocios, consolidar su autoestima, dignificarse y realizar tantos trámites necesarios para los que saber leer es imprescidible.


 

Martes 26 Julio 2016
Pablo Cirujeda
 
Es de sobras conocido y estudiado el proceso de mestizaje que se inició hace más de 500 años en el continente americano a raíz de su descubrimiento, y que está en el origen de las actuales sociedades americanas. Por un lado, se llevó a cabo un mestizaje cultural, una mezcla o síntesis de valores y tradiciones que abarcan desde la cultura política hasta la gastronomía, pasando por otros ámbitos de la vida como el trabajo o los modelos familiares. Es también notorio el mestizaje racial que se generó a partir de la convivencia entre los tres principales grupos étnicos presentes a lo largo del proceso de colonización: los indígenas, los europeos y los africanos.

Tres siglos más tarde, las sociedades americanas, especialmente en la Nueva España y en el Perú, donde este mestizaje fue de mayor intensidad, hicieron un intento de sistematizar lo que se vino a denominar como las castas coloniales, en consonancia con el fervor científico característico de la época, en la que se empezaba a describir los fenómenos naturales y biológicos con metodología científica. Según los distintos autores, en las sociedades virreinales se llegaron a catalogar hasta 16 castas diferentes según el tipo y grado de mestizaje, o incluso más. Los nombres no parecían agotarse en una lista interminable de categorías raciales: español, mulato, mestizo, morisco, castizo, lobo, cambujo, coyote, albarazado… No se puede ignorar que este intento de clasificación tenía como objetivo principal reivindicar la superioridad por parte de los descendientes directos de los españoles respecto a las demás castas presentes en los virreinatos.

Varios artistas de la época incluso desarrollaron un género pictórico con las pinturas de castas, que alcanzó su máxima expresión en el pintor novohispano Miguel Cabrera en el siglo XVIII. En uno de estos cuadros, hoy expuesto en el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlan, México, podemos observar esas 16 castas diferentes, dibujadas en forma de viñetas. Llama la atención la penúltima categoría (número 15), que dice: Tente en el Aire con Mulata: Notentiendo.

Es difícil dejar de esbozar una sonrisa estando frente al cuadro, al ver esta categoría que pareciera estar llevando el intento de clasificación sistemática del mestizaje al absurdo: ¡Notentiendo! Solo podemos imaginarnos las entrevistas que realizaría el pintor con los modelos dibujados en sus cuadros, intentando conocer con precisión matemática todos los antecedentes del mestizaje de los mismos, y cómo, habiendo avanzado hasta esta penúltima categoría, quizás plasmara, con cierta frustración, lo imposible de su proyecto con la elección del término “notentiendo”.

Dos siglos más tarde, sin embargo, el debate sobre la identidad racial y cultural de los pueblos y de las personas no parece haber sido superado todavía. Persisten las tensiones en muchas de nuestras sociedades alrededor de los hechos que distinguen a los diferentes representantes de nuestro género humano, y desgraciadamente no hemos sabido renunciar todavía al proyecto de clasificar, muchas veces en orden jerárquico, a las personas en función de sus orígenes. En ocasiones incluso se sigue postulando la existencia de razas originarias, propias del lugar, y con pretendidos derechos adquiridos que los distinguen de los demás. Nuestra miopía histórica nos hace olvidar los siglos y milenios de mestizaje vividos en todos los grupos humanos. Un claro ejemplo son las sociedades mediterráneas, crisol de civilizaciones y razas desde antes que existiera memoria histórica, en las que se integraron civilizaciones tan diversas como los romanos, fenicios, griegos, árabes, íberos, germánicos, egipcios, etc.

La ciencia moderna, además, ha verificado recientemente lo que hasta hace poco era tan solo una teoría: nuestra especie, el Homo sapiens (en Asia y en Europa), contiene en sus cromosomas hasta un 3% de ADN que provienen de un mestizaje llevado a cabo con el Hombre de Neandertal… ¡hace 100.000 años!

Vamos descubriendo, poco a poco, que el origen de “Notentiendo” es seguramente todavía mucho más remoto y complejo de lo que pensábamos y sabemos. Ante lo absurdo de las clasificaciones, distinciones e intentos ilusorios de catalogar a los seres humanos solamente cabe una posible respuesta: reivindicar con fuerza que los seres humanos somos miembros de la única familia de los Notentiendo, una familia ricamente diversa, de la que todos tenemos derecho a formar parte en condiciones de igualdad.

 
 

Martes 19 Julio 2016
Martí Colom
 
A menudo el tono de un mensaje  dice más acerca de su emisor que el mismo contenido que el mensaje comunica. Es más: a menudo, el tono es el mensaje, casi por encima de su substancia.

Fijar nuestra atención en el tono—el estilo—con el que nos comunicamos nunca es un ejercicio superfluo, ni significa que estemos evitando debatir o enfrentar las cuestiones de fondo, porque el tono es un aspecto importantísimo del proceso comunicativo. Escoger el tono equivocado puede arruinar un intercambio de información o de pareceres, del mismo modo que acertar en el tono adecuado para exponer una opinión puede posibilitar la articulación de los mensajes más difíciles y que más oposición podrían generar por parte de sus destinatarios.

De hecho, como receptores captamos primero el tono, antes que la substancia de lo que se nos dice, y al terminar el intercambio comunicativo recordamos el tono tanto o más que dicha substancia, porque el tono es el que ha alcanzado nuestras emociones (y en gran medida ha determinado nuestra reacción, ya sea positiva o negativa, de adhesión o rechazo a lo expuesto). Las emociones experimentadas mientras escuchamos o leemos el mensaje, en efecto, suelen impactarnos más que el estímulo puramente intelectual provocado por las ideas planteadas, y suelen permanecer en nosotros más tiempo. Al final, pues, la substancia comunicada puede incluso perderse o quedar diluida, olvidada e ineficiente, entre esta captación del tono previa a la asimilación del mensaje y el recuerdo del tono posterior a su recepción.

El tono, además, es fundamentalmente inseparable del contenido que expresa, pues hay tonos que imposibilitan ciertos contenidos: un tono nervioso no servirá para acompañar una llamada a la serenidad, un tono agresivo y altanero difícilmente podrá vehicular un mensaje empático, un tono angustiado no sabrá transmitir un contenido esperanzado, y una exhortación a la paz no puede entregarse en un tono crispado… del mismo modo que será muy difícil usar un tono jovial para transmitir un reproche o un tono conciliador para destacar antagonismos, un tono disgustado para hablar de la alegría o un tono jocoso para conversar sobre la violencia. Hay tonos que, simple y llanamente, obstaculizan el proceso de transmisión de los contenidos que se quiere comunicar.

El tono que usemos será especialmente importante cuando queramos compartir ideas y consideraciones sobre la fe y sobre nuestra espiritualidad, por tratarse de realidades donde la subjetividad y la experiencia personal de quien habla tienen mucha relevancia, a la vez que son temas que tocan una dimensión muy íntima de los que escuchan el mensaje.

Hemos hecho este largo preámbulo para hablar del pontificado de Francisco. Algunos críticos, hablando desde su deseo de que haya reformas significativas en la Iglesia y movidos por la frustración ante la ausencia de tales reformas, reprochan al papa que únicamente esté cambiando el tono del discurso eclesiástico: con eso quieren decir que reconocen una novedad en el estilo de Francisco, admiten que su discurso ha perdido el acento severo, moralizante, altivo, incluso prepotente que a menudo había caracterizado al magisterio, hasta hace poco tiempo… pero aseguran que este cambio no cambia nada, pues no perciben transformación alguna en la sustancia de lo que el papa anuncia. Es la misma letra con otra música, algunos han dicho: la melodía es más moderna, pero las palabras son “las de siempre”.

Si consideramos lo planteado en los párrafos precedentes nos daremos cuenta de que estas críticas olvidan que, en realidad, un cambio de tono ya es, en gran medida, un cambio de sustancia. Nos parece que Francisco sabe muy bien lo que hace: si logra que la afabilidad, la humildad y la sencillez se impongan como el nuevo tono con el que la Iglesia se expresa y hace oír su voz, ciertos contenidos ya no se podrán transmitir o tendrán que ser necesaria y profundamente repensados. Su tono dialogante y no autoritario no solamente dibuja un nuevo perfil de la Iglesia, con un énfasis—decisivo—en la misericordia, la comprensión y la alegría: también frena y desautoriza una interpretación rigorista, tajante, cerrada e inflexible de las verdades de la fe.

Si es cierto que el tono ya es parte del mensaje, la conclusión es que Francisco sí está diciendo cosas nuevas. Usando un tono nuevo abre las puertas a nuevos contenidos, muy consciente, nos atreveríamos a sugerir, de que la consecuencia inevitable de cambiar de tono es el descubrimiento de una nueva luz que impacta necesariamente la vivencia de la fe.

Obviamente, queda por decir lo más importante: que Francisco, al usar el estilo de la ternura y la cercanía, al preferir el tono y el lenguaje de la misericordia, no está haciendo otra cosa que recuperar el tono del mismísimo Jesús. El “nuevo” estilo de este papa no es sino un regreso a lo más propio del evangelio; a la voz que una y otra vez animaba a las personas a levantarse, a descubrir que su propia fe les había salvado, la voz que le dijo a la mujer “tampoco yo te condeno” y a los discípulos “os llamo amigos”. El “nuevo” estilo de Francisco es, sencillamente, un retorno y una puerta abierta de par en par hacia lo más auténtico y verdadero del mensaje cristiano... que quizá, el magisterio había ido olvidando a base de favorecer un tono grandilocuente, abstracto, grave, defensivo y enfadado para hablar de las cosas de Dios.


 

Martes 12 Julio 2016
El pasado 22 de junio se celebraron las bodas de plata de Monseñor José Grullón al servicio de la Iglesia en la Diócesis de San Juan de la Maguana.  Ordenado sacerdote hace cuarenta y cinco años, nuestro “hermano José” (como a él le gusta llamarse) guía desde 1991 la diócesis en la que se encuentra la Parroquia de La Sagrada Familia de Sabana Yegua.

En la emotiva celebración se rememoró el itinerario de este obispo amable, sencillo, cercano a la gente y trabajador incansable. De Monseñor Grullón llaman la atención su simpatía, su celo apostólico en todas las áreas de la vida pastoral y su gran labor por el desarrollo humano en la diócesis territorialmente más grande del país (más de 7.000 km2), ubicada en una de las zonas más desfavorecidas. La construcción acueductos, sanitarios, puentes, apertura de caminos rurales, así como un enorme número de proyectos educativos y sanitarios a lo largo de dos décadas y media atestiguan la sensibilidad de este pastor ante las necesidades de aquellos que la Iglesia puso bajo su guía.

En sus visitas anuales a todas las parroquias él llega hasta las comunidades más aisladas —en burro, si es preciso, cuando visita una aldea que carece de acceso para vehículos—, saluda a cada familia, dedica su tiempo al que quiere hablar con él y entusiasma con sus palabras.

Desde aquí nos unimos con sentido agradecimiento a su celebración: también porque hace ya trece años que acogió con cariño en su diócesis a la Comunidad de San Pablo, y desde entonces ha sido a la vez nuestro obispo y amigo. Que sepamos seguir su ejemplo de vida y dedicarnos con su mismo entusiasmo y visión por y para el Evangelio.

 

 

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