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Jueves 12 Marzo 2020
 
Foto: Fran Alfonso

El pasado 16 de febrero las elecciones municipales dominicanas tuvieron que ser suspendidas por la Junta Central Electoral debido a que el sistema de voto automatizado falló. Pocas horas después del inicio de las votaciones, estas se tuvieron que cancelar. Este hecho inédito no se había visto nunca en el país y provocó un gran desconcierto que dio lugar a movilizaciones y cacerolazos seguidos de un gran encuentro el día 27 de febrero, día de la Independencia, en la Plaza de las Banderas de Santo Domingo. Vestidos de negro, la mayoría de los que se siguen manifestando son jóvenes que protestan contra el sistema electoral y exigen democracia real para el país.

El gobierno calificó la interrupción de “lamentable” y solicitó a la Organización de Estados Americanos una investigación sobre las posibles causas del incidente. Por su parte, varios politólogos explican que las manifestaciones de estos días, primeras de esta magnitud desde el fin de la dictadura, son la gota que colma el vaso: hay cansancio y hartazgo político hacia el partido gobernante, que ha estado en el poder veinte de los últimos veinticuatro años. A pesar de que se han producido cambios sustanciales, que incluyen diversas políticas sociales y que el progreso económico ha sido ininterrumpido, los problemas de seguridad ciudadana, de baja calidad de los servicios como educación, salud pública, pocas oportunidades para los jóvenes, corrupción, destacando el escándalo de Odebrecht, han mermado la confianza de la población en las instituciones que dirigen el país. Hasta hace unos años la ciudadanía en República Dominicana estaba alejada de la discusión política y en los últimos años eso está cambiando.

La nueva fecha para las elecciones municipales es el próximo 15 de marzo, y también en este año se celebrarán las elecciones generales, programadas para el 17 de mayo. Esperamos que este proceso y estas movilizaciones pacíficas pero vigorosas sirvan para contribuir a que nazca una democracia de mayor calidad, transparente y participativa que sirva a los muchos retos que tiene la ciudadanía.


 

Viernes 6 Marzo 2020



Después del periodo de vacaciones escolares (que en Colombia tiene lugar durante los meses de diciembre y enero), a principios del mes de febrero dieron inicio las diversas actividades que tienen lugar en el Centro de Desarrollo Comunitario Casa Garavito de la Comunidad de San Pablo en el barrio El Pesebre, del sur de Bogotá.
 
Nos alegra mucho constatar que, este año, la inscripción para los diversos cursos y programas que se ofrecen en nuestro centro comunitario ha sido mayor que en años anteriores. El número de personas interesadas en el taller de corte y confección para mujeres, en especial, ha aumentado significativamente. Si en 2019 teníamos un total de 50 mujeres en los distintos cursos de este programa, en 2020 están participando en él 85 mujeres (repartidas en cuatro grupos distintos). Es una satisfacción ver el interés que este proyecto ha generado en la comunidad.
 
Por otro lado, los demás programas de Casa Garavito también han empezado el curso con buen pie: 30 niños participan de las clases de inglés, 30 jóvenes en las clases de guitarra, 20 abuelos y abuelas en las clases de educación general para el adulto mayor, y 15 niños en las clases de refuerzo escolar. La psicóloga que ofrece sus servicios de acompañamiento a personas que lo soliciten va a la Casa todos los miércoles durante seis horas y, por otra parte, este año Casa Garavito acoge un nuevo curso de manualidades, al que asisten 12 personas, que se reúne los sábados en la mañana.
 
Desde aquí damos las gracias a tantos voluntarios y colaboradores que hacen posible que Casa Garavito siga siendo un lugar de encuentro, aprendizaje y esperanza en el barrio El Pesebre de Bogotá.

 


 

Jueves 27 Febrero 2020
 


La palabra Cuaresma viene de cuarenta, e indica los días que van del miércoles de Ceniza hasta la Pascua. De igual manera que en Adviento nos preparamos para la Navidad, este es un periodo de preparación. La Cuaresma es tiempo de reflexión, tiempo de análisis, tiempo de valorar honestamente nuestras actitudes, nuestras decisiones, nuestro compromiso.

Es tiempo de dialogar con nosotros mismos y con Dios en oración, de forma sincera, honesta, sin engañarnos con excusas, o justificando nuestras acciones. Es tiempo de reconocer quien somos sin miedos; de enfrentarnos al espejo, aunque a veces no nos guste lo que podamos ver.

Sabemos que Dios no castiga, sino que es compasivo con nosotros. No tengamos miedo, pues, de reconocer qué tipo de persona somos, recordando que estamos todos en la misma barca. Aquí no hay “buenos” y “malos”, puros e impuros,  ciudadanos de primera y de segunda. Todos compartimos la misma condición humana, y por ella todos somos capaces y todos obramos actos de generosidad que hacen el mundo un poco mejor.

Asimismo, todos tenemos nuestras miserias, nuestros egoísmos. Cada uno de nosotros tenemos que descubrir estas dos dimensiones. Si solo veo las cosas negativas, pero nada positivo, tendré que mirar más profundamente en mi corazón y ser amable y comprensivo conmigo. Y si solo veo lo positivo pero me cuesta ver mis propias miserias, también me estoy engañando y no me estoy examinando honestamente. A veces necesitamos de otras personas que con amor, comprensión y respeto nos digan aquello que deberíamos mejorar en nuestras vidas, especialmente aquellas personas que viven con nosotros y nos conocen.

Desde estas líneas, pues, les invitamos a que vivamos la Cuaresma como ese tiempo de reflexión, no para hundirnos, no para deprimirnos o desesperarnos ante nuestros propios egoísmos o los de los demás, sino para que cuando llegue la Pascua, cuando celebremos que La Vida ha vencido a la muerte a través de la Resurrección de Jesús, podamos hacerlo de forma saludable, aceptando nuestras virtudes para así poder potenciarlas, pero también nuestras debilidades para que nos sea más fácil poder afrontarlas.

¡Feliz Cuaresma!


 

Sábado 8 Febrero 2020
 


Una vez más se ha llevado a cabo la campaña oftalmológica en Sabana Yegua, ¡es la número 15! Con 31 voluntarios de los EE.UU. y un grupo de dominicanos voluntarios se pudo revisar la vista de 911 personas y realizaron 89 cirugías. Escuchemos las impresiones de una voluntaria:
 
“Acabo de regresar de mi primera misión de servicio en Sabana Yegua, República Dominicana. Fui allí como traductora, y nuestro equipo consistió en personas de once países diferentes, y gente muy diversa. Pasamos la semana proporcionando lentes para los más necesitados de la comunidad, dominicanos y también haitianos. Los doctores los examinaban y algunos fueron operados de cataratas.
 
Como he usado gafas desde el tercer año de escuela, para mí era algo precioso ver las expresiones de las personas cuando podían ver claramente gracias a sus nuevas gafas. ¡El viaje fue una experiencia muy gratificante!


 

Sábado 11 Enero 2020
 

El bautismo de Jesús es uno de los acontecimientos más importantes en su vida. Su fiesta, una semana después de la Epifanía, que celebramos este domingo, a veces pasa de puntillas por en medio de las demás celebraciones navideñas, siendo quizás una de las fiestas menos valoradas del calendario litúrgico.
 
Podría verse como un episodio más, cuando en realidad fue quizás el evento fundamental de su vida, el momento en que asume su misión y comienza su ministerio público, probablemente aún sin conocer el alcance y la importancia de su decisión. La cultura popular nos hace creer, sin embargo, que muy temprano en su vida, casi al nacer, Jesús estaría dotado de la capacidad de conocer de antemano los acontecimientos que iban a suceder durante su vida. Por lo tanto, sabía que iba a ser bautizado por Juan en el río Jordán, y que conocía su misión e identidad. Si así entendemos la autopercepción de Jesús, su bautismo pierde significado.
 
En el fondo, es necesario creer que en el bautismo de Jesús no hubo una decisión racional y consciente, pero que de alguna manera fue predeterminada. Creer que Jesús no tuvo la opción de tener dudas durante su vida, antes y después de su bautismo, proviene del temor de comprometer su divinidad, haciéndolo demasiado como uno de nosotros. Es por eso por lo que, a pesar del hecho de su nacimiento humilde y simple, lo hemos convertido en un superhombre, dotado de poderes sobrehumanos, en este caso el poder de la omnisciencia, incluso desde su nacimiento. El problema es que, en el esfuerzo por evitar comprometer la divinidad de Jesús, corremos el riesgo de cuestionar su plena humanidad.
 
Debemos vigilar con las características sobrehumanas que a menudo atribuimos a Jesús para proteger su divinidad. De hecho, cuanto más especial y sobrehumano lo hacemos, menos humano se vuelve. En este proceso de “sobre-humanizar” a Jesús, perdemos la clave y el elemento trascendental de la Encarnación y, por lo tanto, de nuestra fe: Jesús es una persona como todos nosotros, nada más y nada menos.
 
Es cierto que también es Dios, pero la divinidad de Jesús no proviene de supuestos poderes sobrehumanos sino de su capacidad de abrirse completamente a la voluntad de Dios, por su capacidad radical de amar y entregarse a los demás. Esta es la mayor paradoja de nuestra fe, de la fe en Dios hecho hombre: cuanto más humanos seamos, más libres seremos para amar y, en cierto modo, más divinos seremos.
 
En resumen: si en este anhelo de hacer a Jesús sobrehumano creemos que desde muy joven sabía de su papel mesiánico, su vida y su fatídico final, entonces su bautismo es obviamente irrelevante.
 
La experiencia de Jesús en el Jordán no es solo otro episodio preestablecido y conocido por él; es la experiencia fundamental de su vida. En su bautismo, Jesús toma la decisión de dedicar su existencia a la liberación de los demás, y se reconoce a sí mismo como el Mesías. La parte crucial del bautismo es que Jesús cambia la expectativa mesiánica tradicional caracterizada como un Mesías victorioso, poderoso, exclusivista, político y religioso a un Mesías universal centrado en los pobres y basado en la compasión y la tolerancia, no solo política, sino por la liberación integral de la persona como sujeto histórico, social, religioso, cultural y psicológico.
 
Desde el momento de su bautismo, a través del llamado a sus discípulos y durante todo su ministerio público, la misión de Jesús solo está tratando de transmitir a los demás y a nosotros qué tipo de Mesías es y cómo podemos imitarlo. Al final, el intento le costará la vida, pero también nos permitirá seguirlo.


 

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