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Sábado 20 Febrero 2021
 


En la Iglesia Católica es tradición animar a las personas a realizar algún sacrificio especial durante el tiempo de Cuaresma, este tiempo que iniciamos esta semana con la celebración del Miércoles de Ceniza. Hay quien decide que mientras dure la Cuaresma no comerá cosas dulces, o no fumará, o no tomar alcohol… A mí me recuerda a los sacrificios que hacía mi madre cuando era pequeña: se ponía piedras en los zapatos y se ataba una cuerda apretada en la cintura. No sé cuánto tiempo duraría, seguro que no mucho, y que eran cosas de chiquilla, pero yo, cuando me lo contaba, no entendía muy bien la noción de sacrificio que estas prácticas entrañaban. Yo, como adolescente creyente, decidía que eso no iba conmigo, que Dios no me pedía esos sacrificios.
 
El sacrificio es un ritual, y como tal tiene su contenido y su espiritualidad, y aunque en mi rebeldía adolescente no lo viera, los rituales son parte de la vida, más útiles y valiosos para unos que para otros; pero como decía un amigo, hacer un esfuerzo cuaresmal de autodisciplina, aunque sea en el comer o beber, no es malo, sino que demuestra que puedes ejercitar tu voluntad sobre tu cuerpo.
 
Otro amigo compartía la reflexión de que los ciclos litúrgicos de la Iglesia no siempre se viven en el año, sino que nuestras vidas tienen etapas de cada ciclo: etapas de sacrificio, de reflexión, de contención, como la Cuaresma, etapas de tristeza y duelo, como el Viernes Santo, y etapas de nueva vida y alegría como el Domingo de Resurrección. Cierto también que, con la pandemia, estamos viviendo una larga etapa de moderación en muchos sentidos, de contención, de tristeza y de dolor. Así que hay sacrificio, ¡queramos o no!
 
Este año, en los días previos a la Cuaresma, me planteaba llevar a cabo un doble propósito, mi “sacrificio” personal, y se lo comparto.
 
Por un lado me he propuesto que cuando inicie un diálogo sobre política, o religión, o economía, estar desde el principio dispuesta a aprender lo que otra persona me pueda enseñar; estar dispuesta a que pueda modificar levemente mi opinión, o pueda incluso cambiarla. Eso sería un diálogo verdadero. Porque si llego al diálogo con todas mis ideas firmes e inamovibles, ¿qué diálogo será ese? Recientemente el obispo de Madison (en los EE. UU.), Donald J. Hying, ha enviado una carta a todos los sacerdotes de su diócesis alertando de la desunión y polarización que existe hoy en la Iglesia Católica de su país debido al momento político convulso que allá se está viviendo. Parecería que hay “Católicos de Trump” y “Católicos de Biden”, dice Hying. En su carta constata que cualquier opinión moderada y cualquier intento de llegar a una posición intermedia es visto como traición a la verdad. “La dolorosa experiencia de estos últimos meses me muestra que las personas, pecadoras al fin, podemos ser muy tribales, y crear así mucha división en nuestro entorno. Nos asociamos instintivamente con aquellos que piensan, actúan y viven como yo vivo.” En esa línea, repito el primer propósito: iniciar cualquier diálogo con una actitud sincera de apertura al otro, estando dispuesta a cambiar de opinión, a comprender, a empatizar con otros puntos de vista.
 
Por otro lado, tengo un propósito parecido, pero más en la línea del juicio de las personas que de las opiniones. En las interacciones diarias con los otros encontramos mil motivos para juzgar negativamente no solo una idea o una postura política, sino una actuación, un sentimiento, una emoción. Mi propuesta para esta Cuaresma es generar empatía buscando una virtud, algo positivo, en todos aquellos con quienes interactúe. Cada vez que me asalte un juicio negativo sobre alguien, buscar (y rebuscar si hace falta) hasta encontrar una virtud, un don, una cualidad, una habilidad que esa persona tenga y sea digna de alabanza o incluso de imitación. Así, mis juicios (aunque sé que, de hecho, no debería juzgar) serán más equilibrados y empáticos con la otra persona.
 
En conclusión, mi propósito doble para esta Cuaresma consiste en tender puentes de unión con los demás: puentes entre mis opiniones y las del otro, y puentes de empatía con los sentimientos y las actuaciones del otro, equilibrando así los posibles juicios negativos con los positivos. ¡Casi nada! ¡Buena Cuaresma!


 

Miércoles 10 Febrero 2021
 

Una de las actuaciones que ha desarrollado la Comunidad de San Pablo a raíz de la pandemia del Covid-19 en las comunidades andinas de Bolivia ha sido la creación de huertas familiares y la repartición de semillas entre las familias campesinas para asegurar la seguridad alimentaria y, por tanto, luchar contra el hambre en la región.

Actualmente, 106 familias de cuatro comunidades del municipio de Independencia (Totorani, Rodeo, Tiquirpaya y Aramani) han implementado su huerto para el autoconsumo en la zona baja de la montaña (a 1.980 msnm), donde el clima es más cálido y benévolo y permite el crecimiento de gran diversidad de hortalizas. Los habitantes de esta zona, debido a las condiciones climáticas y las características orográficas en las que viven (entre 2.900 a 3.120 msnm), sólo cultivan patata, maíz y trigo, desconociendo la plantación, el cuidado y el crecimiento de verduras.

Durante estos últimos seis meses la Comunidad de San Pablo les ha apoyado con semillas y asesoramiento técnico para la puesta en marcha de sistemas agroalimentarios sostenibles. Cada una de las familias campesinas ha logrado con su esfuerzo, empeño y dedicación cultivar casi media hectárea con semillas de lechuga, remolacha, acelga, tomate, calabacín, etc… Dos meses después de haber empezado sus huertas, 537 personas, entre ellos ancianos y niños, están consumiendo los productos cosechados y disfrutando de su sabor natural, gustoso y ecológico. Además, otras familias de la zona al ver la buena producción que están teniendo sus vecinos también se están animando a tener su propio huerto.


 

Lunes 1 Febrero 2021
 

La casualidad me ha llevado a leer, en el mismo día, dos escritos que hablaban de “defender la alegría”, y me han removido algo que llevaba tiempo barruntando.
 
Defender la alegría es el título de un precioso poema de Mario Benedetti que les invito a releer. Un texto sin desperdicio, pero déjenme mencionar dos frases. La primera dice: “defender la alegría de las endemias y las academias”. Aquí, casi podría haber dicho de las pandemias y estaría dando en diana, y nos invitaría (de hecho, nos invita) a seguir defendiendo la alegría a pesar de todo lo que estamos viviendo mundialmente. A pesar de todos los pronósticos de científicos y estudiosos (las academias) que nos alertan de que los tiempos difíciles seguirán. Es defender la alegría como una convicción profunda de que la humanidad entera lucha y sale adelante a pesar de todo el dolor y muerte que nos rodea. Es defender la alegría como algo con lo que uno nace y que cultiva a lo largo de su vida y le ayuda a sobrellevar los peores vendavales. Es defender la alegría de la pasividad, de la queja enquistada, de la acritud, de la pose pesimista en la vida que solo ve problemas y desgracias alrededor y no ve todo lo que uno mismo causa o no evita.
 
El primer texto que ahora he leído es un artículo de María de la Válgoma en la revistra Vida Nueva titulado así también, “Defender la alegría”[1] Cita a San Isidoro de Sevilla, quien dice que la alegría dilata el corazón. En el primer diccionario de la lengua castellana alegría es apertura de ánimo para dejar entrar al objeto amado. O sea, que la alegría es expansiva, ¡qué alivio! ¡Ojalá la tristeza no lo sea!
 
Y el mismo artículo cita a Rosa Montero, quien en una entrevista en televisión decía que la alegría es un hábito. Pero ahí yo digo: ¡cuidado! Recuerdo a una amiga que tenía una consigna familiar: ¡hay que estar alegres! Como que no estar alegre era maleducado. Como que, sí o sí, siempre había que encontrarle los aspectos positivos a todo. Tanto, tanto… que era superficial. Aquí es cuando me resuena el otro verso de Mario Benedetti: “defender la alegría de la obligación de estar alegres”. Si, como dice Rosa Montero, la alegría es un hábito, esto es una buena noticia. Qué duda cabe que tener una mirada esperanzada de la vida, una mirada agradecida, una mirada de optimismo no necesariamente ingenuo, unida quizás a una paz y una serenidad interior, nos puede llevar a una alegría verdadera, profunda. Ahora bien, si no tenemos todos esos elementos, quizás podemos “crear” el hábito, imponernos hablar antes de las virtudes de nuestros amigos que de sus defectos, valorar primero los acontecimientos que se dieron gracias a decisiones acertadas que las tragedias producidas por decisiones erradas. Eso, al contrario de hacer callo para protegernos de todo lo malo a nuestro alrededor, dilata nuestro corazón, lo abre, y lo que es mejor, expande esa maravillosa virtud.
 
El segundo escrito que menciona “Defender la alegría” es un poema de José María R. Olaizola llamado “Danza vital”[2]: “que dancen las manos, y defiendan la alegría, convertida en saludo y movimiento.” La alegría se muestra en el saludo, en el movimiento de las manos, en la sonrisa. Todo el ser rebosa de ella y se expande, es movimiento, es acción. Ojalá, aun en tiempos de tapabocas que cubren nuestras hermosas sonrisas y de distancias que coartan nuestra comunicación, sigamos cultivando este hábito con autenticidad, esta virtud profunda y expansiva que es la alegría.
 

[1] María de la Válgoma, Vida Nueva no. 3.195, año 2020.
[2] José M. R. Olaizola, Danza Vital (Redes sociales)


 

Jueves 14 Enero 2021



La institución Club de Leones de Bolivia organizó hace unas semanas el concurso “Cartel de La Paz” en todo el país, para llegar en especial a todos los niños y niñas. Con este concurso tenían interés en llegar a los niños institucionalizados, privados del cuidado parental, que residen en centros de acogida, víctimas de violencia, abandono y situación de calle. Uno de los objetivos era que estos niños recibieran un mensaje de paz, amor y esperanza, que les generase resiliencia para superar las circunstancias tan adversas que han sufrido en su vida.
 
Los adolescentes de nuestra Casa San José participaron en el concurso realizado a nivel de Cochabamba para una posterior selección a nivel nacional. Las educadoras del centro les ayudaron y acompañaron a que desarrollaran sus habilidades artísticas en dibujo y pintura y así pudieran expresar lo que significa para ellos la paz.
 
Tuvimos una grata sorpresa cuando supimos que los dibujos de nuestros adolescentes fueron seleccionados para una representación en toda Bolivia. De esta manera, y con eventos como este, se van reforzando las diferentes aptitudes y habilidades artísticas de todos los niños y adolescentes acogidos en Casa San José, y ellos descubren, maravillados, muchas destrezas que tal vez debido al tipo de convivencia con sus familias hasta ahora no habían sido estimuladas. Y, claro, fueron premiados por su arte y su creatividad. ¡Nos alegramos con ellos!


 

Miércoles 6 Enero 2021


Compartimos una poesía para celebrar, hoy, la fiesta de la Epifanía, el día de Reyes.
 
Aquellos personajes
con aire estrafalario
(no niegues que lo pensaste),
polvorientos, bondadosos,
faz quemada del desierto,
marcado acento extranjero
(a ti te pareció hermoso),
gestos solemnes de oriente,
más bien desproporcionados
(estabais en un establo),
os dejaron
(nunca lo ibais a saber)
otro regalo.
El cuarto,
el mejor.
 
Recibiste en tus manos suspicaces
el oro, el incienso y la mirra.
El niño dormitaba.
María, estupefacta.
Y tú balbuceas, perplejo,
—Gracias, qué sorpresa, gracias.
 
Y se fueron.
 
Al dejaros,
se les quebró la inocencia.
Reconocieron la noche
que reptaba en el palacio.
Y, pícaros y contentos,
regresaron a su tierra
por un camino distinto.
Su cambio de corazón
fue su presente mejor.
 
Sin él,
quién sabe qué
hubiese sido
de vosotros.

Y del mundo.

 

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