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NOTENTIENDO

Martes 26 Julio 2016


Pablo Cirujeda
 
Es de sobras conocido y estudiado el proceso de mestizaje que se inició hace más de 500 años en el continente americano a raíz de su descubrimiento, y que está en el origen de las actuales sociedades americanas. Por un lado, se llevó a cabo un mestizaje cultural, una mezcla o síntesis de valores y tradiciones que abarcan desde la cultura política hasta la gastronomía, pasando por otros ámbitos de la vida como el trabajo o los modelos familiares. Es también notorio el mestizaje racial que se generó a partir de la convivencia entre los tres principales grupos étnicos presentes a lo largo del proceso de colonización: los indígenas, los europeos y los africanos.

Tres siglos más tarde, las sociedades americanas, especialmente en la Nueva España y en el Perú, donde este mestizaje fue de mayor intensidad, hicieron un intento de sistematizar lo que se vino a denominar como las castas coloniales, en consonancia con el fervor científico característico de la época, en la que se empezaba a describir los fenómenos naturales y biológicos con metodología científica. Según los distintos autores, en las sociedades virreinales se llegaron a catalogar hasta 16 castas diferentes según el tipo y grado de mestizaje, o incluso más. Los nombres no parecían agotarse en una lista interminable de categorías raciales: español, mulato, mestizo, morisco, castizo, lobo, cambujo, coyote, albarazado… No se puede ignorar que este intento de clasificación tenía como objetivo principal reivindicar la superioridad por parte de los descendientes directos de los españoles respecto a las demás castas presentes en los virreinatos.

Varios artistas de la época incluso desarrollaron un género pictórico con las pinturas de castas, que alcanzó su máxima expresión en el pintor novohispano Miguel Cabrera en el siglo XVIII. En uno de estos cuadros, hoy expuesto en el Museo Nacional del Virreinato en Tepotzotlan, México, podemos observar esas 16 castas diferentes, dibujadas en forma de viñetas. Llama la atención la penúltima categoría (número 15), que dice: Tente en el Aire con Mulata: Notentiendo.

Es difícil dejar de esbozar una sonrisa estando frente al cuadro, al ver esta categoría que pareciera estar llevando el intento de clasificación sistemática del mestizaje al absurdo: ¡Notentiendo! Solo podemos imaginarnos las entrevistas que realizaría el pintor con los modelos dibujados en sus cuadros, intentando conocer con precisión matemática todos los antecedentes del mestizaje de los mismos, y cómo, habiendo avanzado hasta esta penúltima categoría, quizás plasmara, con cierta frustración, lo imposible de su proyecto con la elección del término “notentiendo”.

Dos siglos más tarde, sin embargo, el debate sobre la identidad racial y cultural de los pueblos y de las personas no parece haber sido superado todavía. Persisten las tensiones en muchas de nuestras sociedades alrededor de los hechos que distinguen a los diferentes representantes de nuestro género humano, y desgraciadamente no hemos sabido renunciar todavía al proyecto de clasificar, muchas veces en orden jerárquico, a las personas en función de sus orígenes. En ocasiones incluso se sigue postulando la existencia de razas originarias, propias del lugar, y con pretendidos derechos adquiridos que los distinguen de los demás. Nuestra miopía histórica nos hace olvidar los siglos y milenios de mestizaje vividos en todos los grupos humanos. Un claro ejemplo son las sociedades mediterráneas, crisol de civilizaciones y razas desde antes que existiera memoria histórica, en las que se integraron civilizaciones tan diversas como los romanos, fenicios, griegos, árabes, íberos, germánicos, egipcios, etc.

La ciencia moderna, además, ha verificado recientemente lo que hasta hace poco era tan solo una teoría: nuestra especie, el Homo sapiens (en Asia y en Europa), contiene en sus cromosomas hasta un 3% de ADN que provienen de un mestizaje llevado a cabo con el Hombre de Neandertal… ¡hace 100.000 años!

Vamos descubriendo, poco a poco, que el origen de “Notentiendo” es seguramente todavía mucho más remoto y complejo de lo que pensábamos y sabemos. Ante lo absurdo de las clasificaciones, distinciones e intentos ilusorios de catalogar a los seres humanos solamente cabe una posible respuesta: reivindicar con fuerza que los seres humanos somos miembros de la única familia de los Notentiendo, una familia ricamente diversa, de la que todos tenemos derecho a formar parte en condiciones de igualdad.

 
 

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